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jueves, 29 de septiembre de 2011

Los rosales de la estación de Valsequillo

D. Juan Afán Alcaraz, Presidente de la Asociación Cordobesa de Amigos del Ferrocarril (ACAF) hasta su fallecimiento en 1996, a menudo contaba anécdotas de su vida como ferroviario. Empezó en la tracción de la Compañía de los FC Andaluces, mucho antes de la Guerra Civil, y era un libro abierto en lo que al ferrocarril se refiere. En la última jornada organizada por la ACAF la pasada primavera se hicieron referencias a él en varias ocasiones, siempre lamentando que apenas dejara nada escrito y que casi todo son anécdotas o historias que han hido pasando de boca en boca entre los que lo conocieron.

Personalmente, oí esta historia en la ACAF allá por el año 1998, y después la he podido leer en varias ocasiones, la primera en un suplemento de El País del 11 de agosto de 2002, y al menos en dos ocasiones más, publicadas en 2006 (Revista "Líneas del Tren") y 2008 (en el libro "Viendo pasar los trenes"), narrada siempre por Fernando F. Sanz, en un particular homenaje a su amigo Juan, refiriéndose a su participación en uno de esos trenes blindados que circularon por la línea a Almorchón a los que ya se ha hecho mención en este blog.

"En el verano de 1937, Juan Afán prestaba servicio en uno de estos trenes en el frente de Sierra Morena, en las proximidades de Peñarroya. En aquel frente, inmovilizado durante meses, había una gran zona de nadie, de casi 15 kilómetros, que separaba a los contendientes, sin pueblos ni ríos ni ningún reducto de interés estratégico. Únicamente seguía intacta la línea férrea que desde Córdoba subía hasta Almorchón, en la provincia de Badajoz. La última estación en poder de los nacionales era la de la importante ciudad industrial de Peñarroya, mientras los republicanos se habían apostado en Zújar, con avanzadillas en Valsequillo, la estación siguiente en dirección al frente. En tierra de nadie, había quedado la estación de La Granjuela, visible desde las elevaciones de Peñarroya.

Alguien dio un día la orden de que los ocupantes del tren blindado se acercaran en operación de patrulla por la vía hasta La Granjuela, manejando una de las vagonetas, conocidas entre los ferroviarios como “zorrillas”, tal vez por el esfuerzo que suponía moverlas a fuerza de brazos. Y allí se fueron una quincena de los soldados del tren blindado. Llegaron ya anochecido y se establecieron las guardias correspondientes. Una de ellas le correspondió precisamente a Juan Afán. El resto se metió en la estación. Allí encendieron un fuego en la chimenea, prepararon la comida y después se pusieron a jugar a las cartas. Era gente joven, ansiosa de vivir, que tal vez consideraban aquel viaje como una excursión, sin tener conciencia de que estaban en guerra.

De pronto, empezaron a sonar cañonazos y a caer obuses en las inmediaciones. Juan Afán, desde su puesto de guardia, a un centenar de metros de la estación, advirtió que el fuego de la chimenea era muy visible en la oscuridad de la noche. Dio grandes voces para avisar a sus compañeros y, como no debieron oírle, inició una carrera para avisarlos.

Apenas había recorrido unos pasos cuando uno de los obuses dio de lleno en el edificio de la estación, derrumbándolo y sepultando con sus escombros a los que estaban dentro. Todos murieron.

Los otros tres compañeros, que se habían repartido las guardias con Juan Afán, se acercaron a las proximidades de la estación, cuando comprobaron que los cañones se habían silenciado. Convinieron en que había que salir de allí antes de amanecer porque era probable que el enemigo observara todos los movimientos a la luz del día y con seguridad volverían a cañonearlos o, peor aún, podrían mandar una patrulla para acabar con ellos.

Pero Afán y sus tres compañeros no quisieron dejar abandonados a los que habían muerto y con las mantas que todos llevaban, recogieron los restos de los 12 cadáveres descuartizados, irreconocibles, con varias cabezas, brazos y piernas sueltos. Solo pudieron localizar con certeza a uno por el llamativo correaje que lucía en su uniforme. Al cabo de muchos años, Juan Afán recordaba todavía su nombre. Se llamaba Jesús Huete Espeso y era de La Roda de Albacete, donde trabajaba en la estación como factor de circulación.
Colocados los restos que pudieron rescatar sobre la vagoneta, tuvieron que emprender el duro camino de vuelta por la vía, con menores relevos en la palanca de vaivén de la 'zorrilla' y mayor congoja que a la ida porque ahora llevaban los cadáveres de sus compañeros muertos.

Al llegar a Valsequillo, esa misma mañana, cavaron una gran fosa cuadrada frente a la estación y allí enterraron los cuerpos y los restos. Sembraron un rosal por cada uno de los muertos y rodearon la fosa con alambre de espino para que las alimañas no excavaran aquellas tumbas improvisadas. Cuando concluyó la guerra, y después de sufrir el proceso de depuración a que fueron sometidos todos los ferroviarios que quedaron en la zona republicana, Juan Afán pudo volver a su trabajo de maquinista y, cosas del azar, durante varios años trabajó en la misma línea entre Almorchón y Córdoba, donde había estado durante la guerra con el tren blindado.

Cada vez que pasaba por la estación de Valsequillo contemplaba los rosales florecidos donde reposaban los restos de sus antiguos compañeros muertos".
 
La historia, hasta aquí narrada por Fernando F. Sanz, tiene una segunda parte, menos conocida pero también interesante, y en este caso es nuestro amigo Álvaro Olivares Olmedilla, actual presidente de la ACAF, quien la cuenta:

"Cuando unos años después, redestinado en Córdoba, se encontraba circulando con su locomotora por esta línea y en concreto entre Peñarroya y La Granjuela, quien lo acompañaba de fogonero, que llevaba trabajando tan sólo unos días con él por baja temporal del titular, estaba asomado a la ventanilla de la cabina mirando el alto donde se encontraba aquella batería artillera y comentó, sin saber a quién se lo decía, que durante la Guerra Civil fue cabo 1º en la misma y que había un tren blindado circulando por ahí al que, a pesar de intentarlo muchas veces, nunca consiguió alcanzar con sus disparos.

Al oír esto Juan se quedó frío y espantado pero en silencio, como si aquello no hubiera tenido importancia. No dijo nada porque sabía que se trataba de alguien “colocado” en RENFE, por sus servicios durante la contienda y que si se sabía que él, Juan Afán, había tenido ese destino quizá acabara siendo objeto de trato discriminatorio en su trabajo por parte de compañeros y superiores, así como se podría haber encontrado con impedimentos para progresar en su carrera ferroviaria, lo que ya había visto en el caso de un maquinista identificado como “rojo” a quien le asignaban los peores servicios y el peor material de tracción por años".

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domingo, 24 de julio de 2011

630 cañonazos

Tractor RENFE 10.200. Foto AREMAF
- ¿Ha tenido usted muchas bajas?
Ninguna.

- ¿ Desperfectos en el Tren?
Ninguno, dos cortes de vía, rápidamente reparados.

- ¿Pero les han tirado?
Seiscientos treinta cañonazos.

- Vamos, soy yo el jefe de esa batería y me pego un tiro.

Parte Telefónico de Novedades del Capitán del Tren Blindado n°. 8 al Jefe del III Batallón de la Brigada de Trenes Blindados, de 2 de Septiembre del 37.
"Los Trenes Blindados Españoles" 
Jacinto Arévalo Molina.

Con motivo del 75 aniversario del comienzo de la Guerra Civil Española la dirección de este blog ha considerado oportuno sacar a la luz el lado menos conocido de los ferrocarriles de la comarca, como es el de los trenes blindados.  

Con fecha 2 de Septiembre de 1937, el documento hace referencia a una de las muchas misiones que tuvo que cumplir esta singular arma en el Frente de Peñarroya, concretamente entre las estaciones de La Granjuela y Peñarroya-Pueblonuevo. El tren acorazado número 8 tenía su base en la estación de Valsequillo por aquel entonces.

La historia de los trenes blindados es tan antigua como la del propio ferrocarril. Los trenes armados y acorazados han venido siendo utilizados, con éxito dispar, desde la Guerra de los Boers, (Sudáfrica) hasta las dos guerras mundiales, donde alcanzaron su cénit. Los países que más desarrollaron esta tecnología fueron Alemania y la Unión Soviética. 

En general, eran empleados principalmente como reserva móvil de intervención rápida en las zonas amenazadas de la frontera y para proteger las líneas de comunicación que atravesasen lugares desguarnecidos donde pudieran actuar guerrillas, partisanos y otros elementos suversivos similares.

Emblema de la brigada de trenes blindados. Foto www.morirenespana.blogspot.com
En clave doméstica, el republicano fue el único bando que blindó locomotoras y vagones, pero sin alcanzar la sofisticación de sus homónimos alemanes y soviéticos, debido a la escasez de recursos. En realidad, la mayoría eran trenes y vagones normales a los que se añadían planchas de acero remachadas y se les armaba con piezas ligeras de campaña de 37, 50, 57, 75, 80 mm., fusiles ametralladores y ametralladoras de diversa naturaleza.

Repartidos por toda la geografía nacional y numerados del 1 al 12, los convoys acorazados republicanos se organizaban en 3 batallones formados por 4 compañías cada uno. Cada compañía montaba en un tren blindado.

El tren que nos interesa, el número 8, estaba compuesto por 3 vagones acorazados. El que abría la marcha estaba provisto de grandes troneras frontales para ametralladoras, el segundo cerrado con troneras para fusiles en los laterales y con una torreta giratoria para el cañón de 75 mm. (Mencey, 2007). Del último no se tienen datos.

Tren blindado número 7 (gemelo del número 8) La Tour de Carol (Francia).
Fuente: Los trenes blindados españoles. 
Lo que hacía diferente al tren blindado número 8 (y el 7) respecto a los del resto de España es que no era remolcado, sino empujado por el primer tractor diesel de la historia ferroviaria española: el TM 201 (en la foto de cabecera).

MZA, que además de propietara de otras líneas españolas también lo era de la Almorchón-Belmez, encargó la contrucción de estos tractores con el objetivo de abaratar los costes derivados de las maniobras dentro de las estaciones. La empresa Maquinista Terreste y Marítima fue la adjudicataria de la construcción de dos prototipos bajo licencia alemana (Deutsche Werke Kiel).

Ambos prototipos fueron entregados a MZA en 1935. Su puesta en funcionamiento comenzó pronto a dar  frutos, con un ahorro cercano al 50% con respecto a las locomotoras de vapor con igual servicio. Un síntoma más del fin de la era del carbón, para desgracia de nuestra comarca.

MZA tenía previsto realizar un pedido de otros 20 tractores como éste. Sin embargo, el proyecto se vio interrumpido por la Guerra Civil. Entonces los dos modelos mencionados (TM 201 y 202) fueron enviados inmediatamente desde Madrid hasta Águilas (Murcia) para su blindaje, y desde allí, una vez transformados en los trenes blindados número 7 y 8 hacia Medellín (TM 202) y Valsequillo, (TM 201) respectivamente.

El peñón de Peñarroya desde el punto donde se detuvo el tren blindado.
Entre las numerosas acciones en las que tomó parte el tren blindado número 8 destaca la ofensiva que desde el 1 hasta el 6 de Septiembre de 1937 realizó el ejército republicano sobre la desprotegida línea Granja de Torrehermosa-Peñarroya. La versión oficial de los hechos establece que el día 2, el tren se internó en la línea férrea más allá de la Estación de La Granjuela y tras resistir un aguacero de 630 proyectiles fue capaz de completar su misión y volver a la base de Almorchón sin daños, dejando atrás un campo lunar en las inmediaciones de la población homónima como homenaje a la  impotencia de los batallones nacionalistas acantonados en Cerro Mulva y Peñón de Peñarroya.

Los trenes blindados republicanos siempre estuvieron envueltos en una  aureola de invencibilidad desde su puesta en servicio, invencibilidad que fue alimentada por testimonios más cercanos a la ficción que a la propia realidad. El prestigio llegó a  alcanzar proporciones legendarias. Incluso tuvo eco en el cancionero popular español de aquellos tiempos. Escuchen y lean:

Yo me subí a un pino verde
por ver si Franco llegaba
y sólo vi al tren blindado
lo bien que tiroteaba.
Anda jaleo, jaleo, jaleo,
silba la locomotora
y Franco se va a paseo.
Por tierras altas de Burgos
anda Mola sublevado,
ya veremos cómo corre
cuando llegue el tren blindado.
Anda jaleo, jaleo, jaleo,
silba la locomotora
y Mola se va a paseo.
Yo marché con el tren blindado (el número 8)
camino de Andalucía
y vi que Queipo de Llano
al verlo retrocedía.
Anda jaleo, jaleo, jaleo,
silba la locomotora
y Queipo se va a paseo.

Soldado Gabriel Márquez, destacado en Cerro Mulva
No obstante, las declaraciones de quienes vivieron para contarlo restan brillo a aquella epopeya: Don Gabriel Márquez Sepúlveda, natural de Fuente Obejuna y veterano de guerra del II Batallón de Cádiz, estuvo en Cerro Mulva durante aquellos días y reconoce haber efectuado numerosos disparos sobre un "tren corto que no echaba humo" (por lo tanto diesel) que se detenía en la estación de La Granjuela y, tras un buen rato, retornaba hacia el lado republicano.

Dicho tren, más que representar una amenaza para la línea de frente nacionalista, era un peligro para las  fincas privadas vecinas a la vía. Al parecer, sus ocupantes " salían del tren para llenarlo del ganado que robaban en la proximidades y se largaban" sin disparar un solo tiro. Asimismo, Gabriel cuenta que descargaron un elevado número de obuses sobre el tren, pero sin éxito, porque "los cañones tenían un alcance insuficiente; se quedaban cortos". 

Gabriel, por último, apostillla diciendo que estas actividades "eran frecuentes. Incluso se daban varias veces en un mismo día".

Cerro Mulva, desde el punto donde se detuvo el tren blindado.
No hay nada  menos heroico que utilizar uno de los símbolos de la República para practicar pillaje; sin embargo, el ejército republicano en plena reorganización tras el caos inicial, necesitaba mitos con los que mantener la moral en el frente y en  la retaguardia. Por eso tendía a manipular episodios como este, borrando los verdaderos objetivos de sus ocupantes y magnificando medias verdades como la de los 630 cañonazos que se quedaban cortos.

Lástima que Berlanga no conociera este cómico capítulo de nuestra guerra civil. De haberlo sabido lo hubiera plasmado sin dudarlo en "La Vaquilla".

El rumbo tomado por  la guerra a favor de los sublevados sólo 2 meses depués, con la pérdida de Bilbao, Santander y Gijón, demostró que ni los trenes blindados ni las excelentes pero insuficientes armas soviéticas podían salvar al Gobierno constitucional del desastre.

La pérdida de importantes extensiones de terreno durante la réplica nacionalista al ataque republicano del 1 de Septiembre propició el traslado del tren blindado número 8 a la zona de Levante.

Al final de la guerra, todos los trenes blindados republicanos fueron desmontados y desguazados. Tan solo se mantuvieron en servicio los dos tractores de maniobras que empujaron los trenes blindados números 7 y 8, los cuales fueron rematriculados por RENFE como 10202 y 10201, respectivamente. Ambos fueron dados de baja en el año 1966. En 1968 se desguazó el número 7. Mientras, el 8 fue destinado al Museo ferroviario para su conservación.

Actualmente, el tractor de maniobras más afortunado de la historia de la Guerra Civil se encuentra en el Museo del Ferrocarril ubicado en la antigua estación de Madrid-Delicias. Ahora que el Ayuntamiento de Peñarroya-Pueblonuevo ha tenido la fantástica iniciativa de construir un museo del ferrocarril, no sería mala idea llenarlo con piezas tan atractivas como ésta.

De acuerdo con el compromiso de defensa del patrimonio ferroviario adquirido desde su fundación, la Asociación "La Maquinillla" seguirá mostrando, bien material ferroviario digno del futuro museo, bien piezas que han sido expoliadas y que, para tristeza nuestra, lucen muy lejos de aquí, en instituciones ferroviarias de toda España.

D. Gabriel Márquez, veterano de guerra, en la actualidad.
Dejando a un lado el coleccionismo, máquinas como la que hemos presentado hoy deben ayudarnos a recordar que no estamos tan lejos de aquel error y que debemos seguir luchando, esta vez, por mantener las cotas de bienestar y de progreso que hemos alcanzado trabajando todos juntos.

Documentación utilizada para elaborar la entrada:
-  Trenes blindados españoles. Jacinto Arévalo Molina.
-  Revista Vía Libre. Octubre 1986.- Artillería del siglo XX. Ian Hogg.
-  Batalla de Pozoblanco y el cierre de la bolsa de Mérida. Juan Manuel Martínez Bande.
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