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jueves, 10 de abril de 2014

III ENCUENTRO ACAF – LA CRÓNICA

Sucede muchas veces que las cosas son como vienen y no como se planifican. Un programa bien preparado puede alterarse por cualquier imprevisto. Y un imprevisto puede ser el paso de un tren.
Seguro que a cualquiera que no esté metido en el mundillo del ferrocarril le parecerá una pérdida de tiempo estar casi una hora esperando a que pase un tren de mercancías. Si además, casi todos los que están allí son ferroviarios o de algún modo ligados al tren y estás en una estación por la que pasan trenes a cada momento, sobre todo AVEs, esperar para ver un modesto mercancías puede parecer una locura. (Recordé los dibujos animados para niños en los que los modernos trenes se ríen de los pesados, lentos y bonachones mercancías).
Basta observar para comprobar que la mayoría está disfrutando. Cuando por fin se ve la luz al final del túnel (y esto no es una alegoría ni está relacionado con la crisis), todos sacan sus cámaras fotográficas y se preparan. En el par de minutos que tardó en pasar el tren completo, 30 vagones de contenedores, se hicieron cientos de fotos. Imagino que el maquinista estaría alucinando: varios AVEs parados en las vías de al lado y el grupo fotografiando un mercancías.
Pues eso es una reunión de “Amigos del Ferrocarril”. Quien no conozca a la gente que se reúne no lo podrá entender, como hay quien no entiende que alguien pase horas esperando a un futbolista o a un cantante.  
En definitiva, que así comenzó la jornada, con la imprevista espera del paso de un mercancías (en realidad dos, porque inmediatamente pasó otro). A partir de ahí, visitas a las dependencias de la estación.
Como los que habitualmente estamos rodeados de ordenadores hemos perdido un poco la perspectiva, para comentar el puesto de mando desde el que se controla todo el tráfico ferroviario desde Linares hasta Lora del Río y Antequera, será mejor recordar la expresión de uno de los niños que también participaron en la jornada: “¡catorce pantallas de ordenador y diez paneles gigantes, esto parece lo de los cohetes!” Pues algo así, seguro que lo de la NASA es bastante más grande, pero asombra la tecnología que se usa hoy día para el control del tráfico ferroviario. Cuando en nuestras modestas estaciones de Belmez y Peñarroya se ven las palancas de cambios da un poco la risa, aunque en cierto modo esto sería lo mismo que lo de los AVEs y los mercancías.
Después de un cafelito tocó visitar las “tripas” de la estación o, como decían algunos de los participantes, la estación desde otra perspectiva: andén de servicios, sótanos y accesos rodados a los andenes. Finalizó la visita con otro imprevisto, la salida del lujoso tren Al-Ándalus, que también se llevó algunos cientos de fotos.


 Como la jornada iba dedicada a la estación de toda la vida, nos fuimos después a visitarla. Su estilo “ecléctico” lo es cada vez más. En muchas ocasiones hemos hablado de la nula sensibilidad que hay en Córdoba con respecto al patrimonio industrial: apenas un par de chimeneas se han salvado de la piqueta y lo demás está casi olvidado. Ahí se incluye la estación. En un alarde de “modernidad” los arquitectos lo han convertido en un edificio feo a rabiar, sin personalidad alguna y que muy poco conserva de lo que fue (vale, acepto que el concepto de “feo” es muy subjetivo). Al menos hay algo positivo: No lo han tumbado.
También hay algo de positivo en la pequeña locomotora instalada y abandonada delante de la estación: todavía no se la han llevado al chatarrero. Si sigue así, todo se andará, por lo que se organizó un pequeño acto pidiendo su restauración o, al menos, su adecentamiento.

 
Tras la comida fuimos paseando hasta la Diputación, donde después de ver la exposición fotográfica sobre el ferrocarril en Córdoba se iniciaron las conferencias. La primera, preparada por La Maquinilla, la dedicamos a la llegada del ferrocarril a Córdoba, la formación del nudo ferroviario, los orígenes de las estaciones (Córdoba-Central y Cercadilla) y los cambios sociales y económicos que trajo el ferrocarril a la ciudad. También repasamos la evolución urbana y cómo, poco a poco, las vías se iban convirtiendo en un estorbo, los distintos proyectos para reubicar la estación, el soterramiento de las vías y la construcción de la nueva.
 

La segunda fue la de Gaspar Avilés (en otras ocasiones habíamos hablado de Don Gaspar, pero como no quiere que se le diga Don, lo dejamos en Gaspar, aunque para nosotros, por respeto, siga siendo Don). Sobre la imagen de más de cuarenta fotografías fue comentando cómo fueron las distintas dependencias de la estación, no solo del edificio central, sino también de las instalaciones, muelles, talleres, vías, etc., etc. Todo amenizado con muchísimos datos y anécdotas de una vida dedicada al ferrocarril.
Hubiera necesitado Gaspar varias horas, pero el tiempo no daba para más, eran casi las ocho de la tarde y todavía quedaba otro extra, un documental inédito preparado para la ocasión por Antonio Montilla con grabaciones de la estación y del movimiento de trenes en los años setenta, ochenta y noventa. Maravilloso.

 
En fin, una jornada realmente entretenida en la que quienes son de Córdoba pudieron recordar lo que fue la estación y su entorno, y los que vinieron de otros lugares, Granada, Linares, Sevilla, etc., tuvieron la ocasión de conocer el pasado y el presente del ferrocarril en la ciudad.
Solo queda añadir la buena representación de nuestra comarca pues, además de La Maquinilla, participaron en el encuentro el Grupo de Desarrollo Rural y la Fundación Cuenca del Guadiato.

Nos vemos el próximo año. Se está preparando algo espectacular. 

 
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jueves, 30 de agosto de 2012

MÁS SOBRE CERCADILLA

Estamos de acuerdo en el gran avance que, para casi todo, han supuesto las nuevas tecnologías. Gracias a ellas está Vd. leyendo esto. Merced al correo electrónico las comunicaciones entre personas son inmediatas y se ha revitalizado la vieja costumbre de escribirse cartas. Pero, reconozcámoslo, ha perdido encanto. Lo de ir al estanco a comprar el sobre, pegar el sello y buscar un buzón donde echar la carta tenía su puntito. La incertidumbre de cuándo llegaría y cuándo contestarían añadía una cierta vidilla a todo ello.

Otra ventaja añadida es que, tratándose de algo físico, podía conservarse durante años. Algo así me ha sucedido. Ordenando papeles me he encontrado con unas cartas que, referidas a la estación de Cercadilla, me envió Gaspar Avilés a finales de 1998 y que vienen a completar lo ya dicho en este blog hace unas semanas acerca de esta estación, origen de la línea Córdoba-Belmez.

Gaspar Avilés sentado en la mesa del telégrafo de la estación de Córdoba - 1952
Pero primero me gustaría presentarlo. Muy respetado por todos los ferroviarios, Gaspar Avilés Valle es toda una institución en lo que se refiere al ferrocarril en la provincia de Córdoba. Lo conocí en la Asociación Cordobesa de Amigos del Ferrocarril y allí echamos bastantes tardes hablando del ferrocarril en Córdoba y, en especial, de la línea Córdoba-Belmez-Almorchón, de la que fue asiduo por su condición de ferroviario.

Por entonces él estaba preparando un libro sobre todo ello y en bastantes ocasiones intentamos averiguar el origen y estado de la estación de Cercadilla, acudiendo a la prensa de la época y testimonios de ferroviarios, acerca de lo cual trataban las cartas que nos estuvimos enviando durante varios meses.

Entre sus “descubrimientos” estaba un escrito publicado en el Diario de Córdoba el 3 de mayo de 1891, en el que, tratando de los preparativos que se estaban haciendo para la feria de Córdoba, se decía con muchísima ironía:

“Entre las novedades que este año presentaremos, como asunto curioso, a los forasteros que nos honren con su visita, se encuentra la choza de Cercadilla, que hace el papel de estación, desde que la línea de la Sierra se abrió al público. Aquellas ruinas serán adornadas con papelitos de colores variados, banderas y bombas a la veneciana, lo que hará que el nocturno espectáculo aparezca a primera vista todo lo fantástico que sea posible. El camino que conduce a aquel hermosísimo y nunca bien ponderado lugar, ostentará una iluminación tan brillante que pugnará con la del Real de la Feria. Se colocarán mesas con arropías a ambas orillas del camino y se repartirán gratis refrescos de zarzaparrilla de Bristol, muy recomendada para las irritaciones. También se distribuirán fotografías iluminadas en todo el perímetro que ocupa la estación, a fin de que los forasteros recuerden con alegría los adelantos de la arquitectura moderna empleados en la estación de Cercadilla, la más afortunada de todas las estaciones que se conocen en el presente siglo”.


También me envió otro texto publicado apenas año y medio después del anterior, en el que se seguía ironizando sobre el tema: “La compañía del ferrocarril de Zafra a Huelva está construyendo alrededor de las oficinas, según dicen de aquella capital, unos preciosos jardines. Vamos: como se hacen en la llamada estación de Cercadilla, de Córdoba. Y eso que no exigimos jardines, sino solo verdadera estación”.

Locomotoras de vapor en la estación de Cercadilla - 1955
Por último, en una carta que me envió el 17 de diciembre de 1998, tratando de indagar acerca de los “barracones” de la estación de los que se hablaba en la prensa de finales del siglo XIX, Gaspar me decía:

“He consultado con viejos amigos ferroviarios de más de ochenta años de edad y me han dicho que ni ellos habían conocido los barracones, cuya noticia les sirvió de verdadera sorpresa, ni incluso se lo habían oído comentar a sus padres, ferroviarios también, lo que me hace pensar que nunca se hizo nueva estación, sino que fueron agregándose nuevas casetas y reformándose unas y otras hasta llegar al estado en que la conocimos”. 

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