jueves, 19 de julio de 2012

Vivir en un monumento


La conciencia sobre el Patrimonio Industrial en el Guadiato es relativamente reciente. Lllegamos ayer a este nuevo horizonte en comparación con otros puntos de España donde ha arraigado este fenómeno mucho antes que aquí. En este sentido, pese al retraso y la resistencia cultural de algunos ciudadanos, no podemos negar el  importante avance en materia de conservación y puesta en valor de edificios de origen industrial llevado a cabo por nuestras autoridades en los últimos tres lustros. La recuperación del Almacén Central (2009), la nave Yutera (2000), la antigua sede de la SMMP (1993) o el antiguo hospital minero (1988) para un uso civil así como la compra del antiguo Cerco Industrial (2009), todos en la localidad de Peñarroya-Pueblonuevo, dan buena cuenta del creciente interés que está despertando tanto dentro como fuera este tipo de bienes históricos.

No obstante, este esfuerzo conservador no se ha visto acompañado por legislación patrimonial seria (normas subsidiarias son claramente insuficientes) o una estricta vigilancia urbanística, todo lo cual ha facilitado la comisión de daños arquitectónicos, incorregibles ya, en zonas de especial relevancia histórica para este municipio. Entre los espacios más aquejadas por esta mala gestión de los rescursos patrimoniales se encuentra el área residencial de origen francés de Peñarroya-Pueblonuevo. El empeño de protección ha llegado tarde, mal y nunca a las barriadas que la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya construyó   para sus obreros y personal técnico a pesar de que gozaba de un aceptable nivel de conservación no hace  mucho tiempo atrás.

Modificación física de fachadas y exteriores de las viviendas, incrementos en altura, intrusión de edificaciones modernas poco o nada respetuosas con el entorno arquitectónico en que se encuentran han sido y siguen siendo práctica habitual de los peñarriblenses, con la aquiescencia del Ayuntamiento, desde hace dos décadas aproximadamente.

Barrio francés. Proximidades de la Fábrica de harina.
Al fondo, el colegio francés
Así las cosas, en esta situación de desbarajuste patrimonial, a este singular pueblo del Guadiato no le ha quedado más remedio que encomendarse al buen gusto y sentido histórico de la gente anónima que adquiere o vive en estas casas centenarias para salvar algo de la que es, o la que fue, la zona residencial histórica de estilo colonial más grande de España.

Afortunadamente, hoy en día es cada vez mayor el número heroicos propietarios que mantienen, cuando no mejoran, el aspecto original de estas viviendas únicas en la geografía nacional. Y repito, este cambio no se debe a la aplicación de la ley, que es bastante laxa, sino más bien a la buena voluntad de sus moradores.

Si en otras ocasiones hemos denunciado el especial abandono que sufre determinado patrimonio ferroviario, minero o industrial, también es justo celebrar aquí los éxitos, aunque pocos, en esta materia. A este censo irregular salvado de la desaparición por sus propios ciudadanos se acaba de sumar un nuevo elemento, que data de los años 20 del siglo pasado (consultar dossier de Jerónimo López Mohedano). Al menos, de momento, es decir, mientras permanezca en manos de sus actuales dueños. Se encuentra ubicada muy cerca de la Plaza de Santa Bárbara, en la Calle Sol número 2.


Aunque el color de la fachada es opinable (a mí personalmente me gusta), de lo que no cabe ninguna duda es del afán restaurador de sus ocupantes, que han respetado hasta el último detalle de la vivienda original. El jardín delantero, además, ha sido destinado a la creación de un espacio de ocio nocturno generador de puestos de trabajo durante los veranos. Una fantástica idea.

El hecho de que este tipo de casas tan pintorescas sean utilizadas para vivir o para trabajar no les resta valor como monumento. Conforman un rasgo diferenciador de Peñarroya-Pueblonuevo, al tiempo que imprimen ese sello de identidad de la población junto al resto de construcciones de origen industrial. Por tanto, su Ayuntamiento no puede seguir confiando la protección de este legado arquitectónico de altísimo valor al altruismo de sus propietarios, debe aumentar el nivel de exigencia de las normas subsidiarias aplicadas en estas zonas históricas, velar por que dichas normas no se conviertan en  papel mojado y pelear por la inclusión de estas barriadas en el censo de bienes de interés cultural de la Junta de Andalucía.

Una posible solución al problema podría ser el levantamiento de expedientes de protección individualizada para cada vivienda-jardín como complemento de las normativas generales que afectan al barrio completo. El municipio de Villanueva de Córdoba, por ejemplo, protege sus viviendas solariegas con interés cultural, histórico o artístico una a una, para que no existan dudas.

Peñarroya-Pueblonuevo y sus poderes públicos tienen ante si la enorme responsabilidad de hacer que su "Barrio francés" tenga más de francés y menos de barrio en el futuro. Esperamos y deseamos que lo consigan, por el bien de la cultura y de todos en general.

Barrio Inglés de Bellavista en Río Tinto. Ejemplo de conservación
del Patrimonio Minero e Industrial
Fuente: panoramio.com

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