jueves, 7 de agosto de 2014

PEÑARROYA, FRANCIA Y LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL I

Se conmemora estos días el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, una guerra que por su magnitud hizo cambiar la historia. Aunque España declaró su neutralidad, fueron muchas las empresas que trataron de hacer negocio con la guerra y, como no podía ser de otro modo, una de ellas fue la SMMP, lo que hizo que nuestra comarca se viera en cierto modo involucrada en el conflicto.
Hace años escribí un largo artículo sobre ello, que en gran parte se publicó en el dominical del Diario Córdoba bajo el título “Botín de Guerra” (este título no se lo puse yo). Creemos que ahora, a los cien años del inicio, es el momento de rescatarlo y reproducirlo íntegramente con su título original, por lo que, debido a su extensión, se va a hacer en dos partes. Aquí va la primera.
Fábrica de ácido sulfúrico en el Cerco Industrial de Peñarroya
Si bien la trayectoria de la Sociedad Minero-Metalúrgica de Peñarroya (S.M.M.P.) desde su creación había sido siempre ascendente, ningún periodo fue de mayor prosperidad para esta compañía que el de la Primera Guerra Mundial, pues siendo la empresa minera de capital francés más importante de cuantas operaban en España y al mismo tiempo la primera productora mundial de plomo, lógico era que desde el inicio del conflicto los franceses vieran en todas sus minas e industrias un lugar idóneo en el que abastecer su ejército, en primer lugar por la proximidad del país y en segundo porque, junto al cobre, el plomo era imprescindible para la fabricación de armamento.
Sin embargo, en los comienzos de la guerra, la S.M.M.P. fue acusada por Inglaterra y Francia de suministrar plomo español a la industria bélica de Alemania, ya que desde algunos años antes vendía parte de su producción a la Metallgesellschaft, principal empresa alemana del metal.
No tardó la S.M.M.P. en rechazar estas acusaciones, acordando su Consejo de Administración dirigirse al Gobierno francés para indicarle que “nuestro gobierno sabe bien a qué atenerse; le hemos proporcionado y lo seguiremos haciendo, directa o indirectamente, a través de sus intermediarios, el plomo que nos pida, así como los productos químicos necesarios para la fabricación de explosivos”. Además, ponía toda su organización “sin beneficio alguno”, al servicio del Ministerio de la Guerra francés.
Este ofrecimiento chocaba frontalmente con la teórica neutralidad que había proclamado el Gobierno español el 4 de agosto de 1914, un día después de que Alemania declarara la guerra a Francia, apareciendo entonces la figura del Conde de Romanones, que por aquellos años era Presidente del Gobierno y formaba parte del Consejo de Administración de la S.M.M.P., que de este modo quedaba siempre amparada en su proceder por las más altas instancias del país.

Fábricas y fundiciones de Peñarroya a pleno rendimiento
Cuando tras la Batalla del Marne, en septiembre de 1914, los alemanes comenzaron a cavar trincheras para iniciar la guerra de desgaste fue cuando los países aliados se hicieron cargo de que la guerra sería larga y costosa, por lo que pusieron a todas sus empresas a trabajar para ella. En el caso de la S.M.M.P. se incrementó la producción de las minas de plomo de El Soldado y Santa Bárbara, en el norte de Córdoba, las del Horcajo, en Ciudad Real, e incluso se reabrieron minas ya cerradas en Azuaga, al sur de Badajoz, con la lógica repercusión de todo ello en el tráfico de trenes y en las minas de hulla, fábricas y fundiciones del Guadiato, donde sus más de ocho mil mineros y tres mil obreros industriales pasaron a trabajar indirectamente al servicio de la industria bélica francesa.
Fréderic Ledoux, por entonces presidente de la S.M.M.P., reconocía esta circunstancia, al afirmar que “Desde el comienzo de la guerra la producción no cesó de incrementarse para satisfacer la demanda creciente de los países aliados. La guerra nos desorientó al principio, si bien pronto conseguimos adecuar a la nueva situación nuestros servicios comerciales. Nuestras principales minas de Villanueva del Duque y de Santa Bárbara se explotaron de manera regular e intensiva”.
Si durante los primeros meses de la guerra el armamento empleado fue el convencional, el 22 de abril de 1915 el ejército alemán comenzó a usar el gas como arma, a pesar de las denuncias de los aliados por la violación de tratados internacionales, lo que no impidió que poco después estos mismos países utilizaran también armas químicas. Y no fue ajeno a este hecho el complejo fabril de Peñarroya, en el que se ubicaba una poderosa industria química, a la cabeza de la cual estaba la fábrica de ácido sulfúrico, cuya producción se incrementó de tal manera que hasta la prensa nacional criticaba con dureza que “a pesar de la neutralidad española, sus chimeneas están echando más humo que nunca”.
El más conocido de los gases empleados en la guerra fue el gas mostaza, o lo que es lo mismo, sulfuro de clorodietileno, utilizado para producir rápidamente conjuntivitis y ceguera. Si bien la S.M.M.P. nunca reconoció que en sus instalaciones se hubiera producido este gas, sí que fabricó las sustancias necesarias para su elaboración, tales como el ya mencionado ácido sulfúrico o el sulfocianuro de potasio. En cualquier caso, estas sustancias no eran nada comparadas con otras mucho más letales que la misma compañía admitía estar fabricando sin limitación alguna, como cianógeno, cianuro de hidrógeno, amoniaco o nitrotolueno; además de compuestos necesarios para la fabricación de explosivos, como el nitrato de amonio, y explosivos como la roburita, el amonite, el tolueno o el temible trinitrobenceno.
(continuará)

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