Si bien no se puede afirmar que todo lo que se produjo en
el Cerco Industrial de Peñarroya durante la guerra mundial fue armamento, sí que es
cierto que la mayor parte de lo que se elaboraba eran materias primas para la
fabricación de armas. Y es que a medida que pasaba el tiempo, sin avances
decisivos en ninguno de los frentes, la verdadera guerra se estaba librando en
la retaguardia, esto es, en la producción masiva de armas y en el aprovisionamiento
de materiales para su elaboración.
Fue por ello por lo que en 1917 el Gobierno francés
promovió la creación de la sociedad Minerais et Metaux, cuyo fin era el
control público del mercado del plomo y del cobre, los dos metales más
estratégicos. La principal accionista de esta sociedad fue la S.M.M.P., que en
ese mismo año adquirió también la importante fundición de plomo de La Tortilla,
en Linares, al hacerse con la casi totalidad del capital de la compañía alemana
Sopwith, incautada por el Gobierno de España a la Metallgesellschaft. Si esta
incautación la hizo el Gobierno basándose en la posición neutral que debían
tener todas las empresas ubicadas en España, ¿por qué no se incautó también de
las fundiciones e industrias de Peñarroya?
Tren de laminación de la Electromecánica, en Córdoba |
Como todo ello no era suficiente, los países aliados se
unieron en 1917 para la fabricación de armas. Aunque debido a la terminación de
la guerra, no se utilizó para ello, la constitución de la Sociedad Española de
Construcciones Electromecánicas tuvo como fin la elaboración de armamento (no
podía ser de otra manera en esos momentos). La ubicación de la fábrica en
Córdoba y no en Peñarroya, como hubiera sido más lógico, obedeció a saturación
de industrias en el Cerco, donde no quedaba espacio para ello, y a que en la comarca
del Guadiato no había mano de obra suficiente para los miles de empleos que se
iban a crear y que habrían de cubrirse inmediatamente. En esta sociedad
participaban los tres principales aliados, con la francesa S.M.M.P., que
aportaba el suministro eléctrico, el plomo y la hulla; la inglesa Río Tinto
Limited Company, que aportaría el cobre, y la estadounidense Westinghouse
Electric International Company, que aportaba la tecnología; además del capital
español, aportado por el Banco de Bilbao sin que el Gobierno pusiera la más
mínima objeción.
Entre 1914 y 1918 la S.M.M.P. adquirió numeroso material
ferroviario para sus líneas: Locomotoras y vagones para el ferrocarril minero y
para la vía estrecha de Fuente del Arco a Peñarroya y Conquista, consiguiendo
las autorizaciones pertinentes para su definitiva unión con Puertollano y prolongando
el tren minero desde el Cerco hasta El Porvenir. Inició la producción textil y
de papel, intensificó la destilación de hulla, montó una destilería para el
tratamiento de pizarras bituminosas y construyó la fábrica de cinc, en cuyos
seis hornos se consumían anualmente 25.000 toneladas de carbón. Además, a
petición del Gobierno por las dificultades que tenían los viticultores
españoles, aumentó considerablemente la producción de sulfato de cobre (en
España sólo lo producían la S.M.M.P. y ERCROS, que apenas satisfacían un 25% de
la demanda) y debido a la falta de espacio en Peñarroya, llegó a expropiar los
terrenos para construir otro cerco industrial en Belmez, donde se instalarían
unos altos hornos con sus industrias afines.
Queda claro, por tanto, que la participación de las minas y
fábricas del Guadiato en la Primera Guerra Mundial va mucho más allá de lo que
se ha pretendido ver, y solo falta cuantificar la producción de material bélico
en las fábricas y fundiciones. Según la propia compañía, en el Cerco Industrial
de Peñarroya se produjeron anualmente una media de 130.000 toneladas de plomo
dulce y 125.000 kilogramos de plata, además de otros muchos productos, lo que
suponía que diariamente debían cargarse hasta cinco trenes de material bélico
con destino al puerto de Sevilla, desde donde se enviaba a Francia.
Locomotora nº 9 de La Maquinilla, adquirida en 1917 (foto F.J. Aute) |
La referencia a los ferrocarriles es importante, pues el
transporte de todo ello se hacía en tren, por la línea de vía estrecha hasta
Fuente del Arco y hasta el puerto por la línea de Mérida-Sevilla, de la también
francesa M.Z.A. Lógicamente, sabiendo cuánto se cargaba en esos trenes se
podría calcular la producción real durante este periodo, pero tratándose de dos
compañías francesas, ocultaban lo que en ellas realmente se transportaba. Así
lo puso de manifiesto quien durante más de treinta años había sido el contable
de la S.M.M.P., al denunciar ante el Gobierno español que los trenes habían
estado circulando con un exceso de carga de dos o tres toneladas más por vagón de lo que
se declaraba oficialmente. Puesto que los vagones eran de diez toneladas, hay
que pensar que lo producido fue, al menos, un 20% más de lo declarado por la
compañía.
Y si la mayor parte de lo que se ocultaba era plomo, no hay
que olvidar la plata, que se producía en los talleres de desplatación de
Peñarroya en mayor proporción que la declarada. En este sentido, la proporción
de plata con respecto al plomo en alguna de las minas de la S.M.M.P. llegaba al
ocho por mil, y en la mayoría de ellas era superior al tres por mil, muy lejos
del escaso uno por mil que declaraba la compañía. Sacar del país estos
excedentes camuflados entre las barras de plomo era tarea fácil, por lo que
cabe afirmar que el Gobierno francés financió parte de los gastos de guerra con
la plata procedente de las fundiciones de Peñarroya.
¿Qué ganó la S.M.M.P. con todo esto? Como anticipo de lo
que iba a venir después, ya en 1915 recibió del Gobierno francés la propiedad
de la fundición de Mégrine, en Túnez, confiscada a la Metallgesellschaft alemana.
Además de la apertura nuevos mercados internacionales y la construcción de
numerosas fábricas y talleres, cuando terminó la contienda el capital de la
compañía ascendía a 73.125.000 francos, el triple que cuando se inició, y la
mitad de este aumento se hizo mediante el reparto entre sus socios de acciones
gratuitas, emitidas con base en las reservas y plusvalías obtenidas por la
incorporación de los sucesivos botines de guerra cedidos por el Gobierno
francés.
Estaciones e industrias de Peñarroya |
Acabado el conflicto y sabiendo que los productos
siderometalúrgicos extranjeros invadirían de nuevo los mercados
internacionales, la S.M.M.P. inició un plan de autoconsumo de combustible y de
expansión de sus industrias, de manera que a principios de 1919 el Engineering
and Mining Journal anunciaba que había firmado un contrato con la casa “Bradley,
Bruff et Labarthe” de San Francisco para montar una nueva fundición y
refinería de plomo, cobre y cinc en Peñarroya, cuyos hornos serían alimentados
con carbón pulverizado y permitiendo realizar una economía muy apreciable en el
coste de la mano de obra.
Al año siguiente, la S.M.M.P. era la más importante empresa
de todas las francesas que trabajaban en España y la cuarta de todas las
extranjeras, colocando a la provincia de Córdoba entre las primeras de España
en producción minerometalúrgica, detrás de Asturias, Murcia (donde también
tenía gran participación la S.M.M.P.) y Vizcaya, y adelantando a otras de gran
tradición minera e industrial como eran Huelva, Jaén, León o Ciudad Real.
Decididamente esta guerra había sido un buen negocio para
la compañía.
Excelente crónica que no pone en situación histórica.
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