“En 1934,
quizá sin saberlo, los últimos hombres que descendieron a las profundidades de
las minas de San Quintín clausuraron la explotación con su postrero esfuerzo.
Curioso epitafio el de aquel lugar de La Mancha, grabado bajo la tierra con
pico, marro y barrena. Después de medio siglo de trabajos intensivos, la jaula
del pozo emprendió uno de los trayectos más difíciles:
el de no retorno. Atrás quedaban sinsabores, malos recuerdos y accidentes mortales,
delante aguardaba un porvenir incierto”.
El párrafo
anterior está extraído de la contraportada del libro “Minas de San
Quintín (1884-1934) Notas sobre la aldea, sus médicos y sus mineros”,
escrito por Jorge Juan Trujillo Valderas y publicado por la Diputación de
Ciudad Real el pasado verano.
En él se recogen
los cincuenta años de vida del poblado minero de San Quintín, en la provincia
de Ciudad Real, punto final de la línea de vía estrecha Fuente del
Arco-Peñarroya-Puertollano-San Quintín.
Situado en el término municipal
de Villamayor de Calatrava, San Quintín superó con creces los mil habitantes,
distribuidos en cuatro núcleos: Cuarteles, Peña del
Rayo, Cavilas y Chozos de Musa, desarrollados principalmente a partir de 1887,
año en el que la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya inició la
explotación de sus minas de plomo. El poblado disponía de alcalde pedáneo,
escuelas (que hasta 1934 fueron financiadas por la SMMP), servicio sanitario,
cuartel de la Guardia Civil, sacerdote, alumbrado público, etc.
Restos de las minas de San Quintín (www.scribd.com) |
El libro hace
hincapié principalmente en sus habitantes y los servicios de los que disponían,
resaltando la tenacidad y encomiable labor de sus dos principales médicos:
Eladio León Castro y Ángel Ortiz Ramírez, quienes hicieran muy interesantes trabajos
acerca de la salud de la población minera, las enfermedades producidas en el
interior de las minas (el polvo mineral, la presencia de agua en las minas,
hernias y gusanos intestinales), los accidentes, y las medidas de prevención y
protección de las trabajadoras, además de otros aspectos tales como el consumo
excesivo de alcohol, la lactancia mercedaria o la defensa del entorno natural.
Otro médico,
Pedro Pérez López, fue el artífice de la construcción del hospital minero de
Puertollano, al que se dedica la segunda parte del libro: “Breve reseña
sobre el Hospital de la SMMP en Puertollano (1919-1975)”, en la que se
estudia la llegada de la SMMP a Puertollano, el origen e historia del hospital,
el papel de los médicos e ingenieros, el cuadro médico, el montepío de la SMMP
y hasta su transformación final en residencia de ancianos.
Residencia de las Hermanas de la Cruz, antiguo hospital de la SMMP en Puertollano (www.lacomarcadepuertollano.com) |
Además de resultar una lectura amena, libros como este
son imprescindibles para el conocimiento de la historia de nuestras minas, por
cuanto que casi todos los textos tratan siempre de compañías y de grandes
explotaciones, pero es muy poco lo que se dedica a estudiar la forma de vida de
las gentes y la historia de unos poblados mineros que, dispersos por nuestra
geografía, en su mayor parte no son hoy día más que ruinas y a veces ni eso. Solo
en contados casos siguen utilizándose algunas de sus construcciones.
Fueron los casos
de San Quintín y El Horcajo, en Ciudad Real, pero también más
próximos como Mirabuenos (Villaviciosa), Minas Gloria (Hornachuelos), El
Soldado (Villanueva del Duque), Mina Concepción (Villanueva del Rey) y La
Parrilla, Los Eneros, Viñas Perdidas, Navalespino y Santa Bárbara (Fuente
Obejuna).
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