miércoles, 2 de noviembre de 2011

FERROCARRILES, CORREOS Y TELÉGRAFOS

Mucho se ha hablado de la revolución que supuso el ferrocarril en el mundo de las comunicaciones, pero quiero referirme no a los trenes en sí mismos, sino a las mejoras que por estos lares trajo a otros medios, en concreto al correo postal, al telégrafo y, como anécdota, al teléfono.

Para ello hemos de remontarnos al último tercio del siglo XIX, cuando Peñarroya y Pueblonuevo dependían aún del Ayuntamiento de Belmez, una época en la que el correo se recogía por aquí dos veces en semana.

Con la apertura de las líneas de Almorchón a Belmez, en 1868, y de Belmez a Córdoba, en 1873, el servicio pasó a ser diario, pues en un alarde de previsión, ya antes de inaugurarse la primera línea férrea de España, se habían publicado Reales órdenes, decretos y leyes que regulaban el funcionamiento del transporte del correo por ferrocarril, estableciendo que las cartas y pliegos, así como sus conductores o agentes necesarios al servicio del correo, serían transportados gratuitamente por los convoyes ordinarios de las compañías. A partir de 1860 fue la Administración de Correos la que comenzó a adquirir vagones especia­les para el correo, siendo las compañías las responsables de su cuidado y mantenimiento.

Matasellos fechadores ambulantes utilizados en los vagones postales
de la línea Almorchón-Belmez-Córdoba en 1914 y 1917.

Los términos “ambulante ascendente” (AMB.ASC.) y “ambulante descendente” (AMB.DESC.) significan, respectivamente, que los correos se dirigen a Madrid o que parten de Madrid.

De esta forma llegaba la correspondencia a la estación de Belmez, desde donde se enviaba a las aldeas de Doña Rama y El Hoyo, un envío que no se hacía por personal del servicio de correos, sino por empleados del Ayuntamiento. Esta centralización de reparto motivó que en 1884 se elevara de rango el servicio de correos, pasando a ser estafeta lo que hasta entonces había sido una simple cartería.

La correspondencia destinada a las entonces aldeas de Peñarroya, Pueblonuevo y minas de El Terrible se recogía en la estación de Peñarroya, y como anécdota se puede contar que la distancia entre la estación y estas poblaciones motivó que el cartero Antonio Parra Vázquez pidiera que se le aumentara la cantidad que venía cobrando por la entrega de cada carta, fundado en la considerable distancia que tenía que recorrer, por cuya causa necesitaba de una caballería para prestar el servicio diariamente. El Ayuntamiento de Belmez le permitió en diciembre de 1881, que pudiera reclamar una sobretasa de cinco céntimos por la entrega de cada carta con el fin de comprar tan necesario animal.

Matasellos fechadores ambulantes de 1946, 1948 y 1958.
Con todo, la mayor innovación que se produjo en aquella época fue el telégrafo, introducido en España por las compañías ferroviarias como medio necesario para controlar el movimiento de sus trenes, con tan estrecha conexión entre ambos que sin el telégrafo el ferrocarril no hubiera podido existir.

En 1852 se había establecido que las líneas telegráficas ferroviarias, además de para su específico fin, serían utilizadas por las autoridades para fines oficiales, y tres años después la Ley General de Ferrocarriles estableció la obligación para las compañías de construir y conservar estas líneas. En base a ello, las dos compañías que confluyeron en Belmez (MZA y la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces) crearon su propia red telegráfica, a cuyos postes el Estado añadió más hilos, creando así una red estatal.

En consecuencia, hubo en el pueblo tres oficinas de telégrafos: la estatal, en la misma oficina de correos, y dos más en la estación, una de Andaluces y otra de M.Z.A., ambas con servicio permanente las 24 horas. También había servicio telegráfico permanente en la estación de Peñarroya, prestado por M.Z.A, por lo que es de destacar que, en 1891, en todo el término municipal de Belmez había cuatro oficinas telegráficas, mientras que en el resto de la provincia de Córdoba, incluida la capital, sólo había 31 oficinas más.

Buscando mayor rapidez en la llegada del correo, en ocasiones eran los propios usuarios los que en el sobre indicaban el trayecto que debía seguir, como sucede con esta carta, enviada de Madrid a Belmez en 1945 indicando que se utilicen para su transporte los correos por Almorchón en lugar de la línea general Madrid-Córdoba.

Carta enviada de Madrid a Belmez en 1945
Por último, habría que referirse al que seguramente fue el primer teléfono que se puso en Andalucía y uno de los primeros de España, una línea instalada por Ferrocarriles Andaluces apenas diez años después de patentarse este invento, para comunicar entre sí sus oficinas con las minas del término municipal (Cabeza de Vaca y Santa Elisa), con una licencia otorgada por el Ayuntamiento de Belmez el 9 de octubre de 1886, que permitía a la compañía poner postes con los hilos indispensables en la vía pública, sin exigirle retribución alguna y con la sola carga de que procurara colocarlos en sitios donde no estorbaran.

Poco más se sabe de esta línea telefónica, salvo que era de uso particular y que no se conectó a la red nacional, y aunque en el contrato de venta de las propiedades de Andaluces no se hizo mención alguna a estas instalaciones, lo cierto es que años después la S.M.M.P. tuvo también una línea propia entre sus minas y oficinas, cuyo origen probablemente fuera este teléfono.

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