Nunca hemos sido un colectivo normal.
Lo ponen de manifiesto tanto unos objetivos que nos hacen ser singulares incluso dentro de la temática industrial, como las actividades que realizamos tales como limpiar
basura, plantar y cuidar árboles o crear una identidad alrededor de las
chimeneas industriales de ladrillo.
Otro de los factores que nos
hacían ser diferentes del resto de asociaciones de nuestra zona era que no
organizábamos una comida de convivencia que permitiera conocer a nuestros
directivos y colaboradores un poco mejor y, ¿por qué no? compartir un rato
agradable fuera de nuestros retos y
frustraciones diarias, que no son pocas. El motivo, o la excusa, según
se mire, siempre era la falta de tiempo. Y es que para quienes no lo dedican a
ninguna actividad filantrópica o altruista seguramente no entienda que conciliar, vida
personal, trabajo y luchar por cumplir con los fines marcados no siempre es
fácil.
Asumiendo la primera parte del
relato, es decir, que nuestros fines no pueden cambiarse para ser un poco más
iguales al resto entre otras cosas porque no queremos hacerlo y porque creemos en la importancia de lo
que hacemos, en cambio si hemos querido imitar a otros colectivos en lo segundo, organizando una comida de convivencia. Esta leve alteración de nuestro ADN ha
sido propiciada, en primer lugar, porque era necesario encontrar una cita anual para charlar de otras cosas, en segundo lugar,
porque apenas hemos tenido oportunidades para vernos durante toda nuestra
singladura y, en tercer lugar, porque también merecíamos hacernos un pequeño homenaje tras casi 10 años reivindicando, plantado árboles, cuidándolos, regándolos y arreglando chimeneas.
De modo que el pasado 7 de
Febrero nos citamos en el parque periurbano de Peñarroya-Pueblonuevo que tantos
desvelos nos ha causado y nos causa hoy en día para disfrutar de la amistad y recordar lo bueno que hemos vivido peleando
por la transformación de los trazados ferroviarios del Guadiato en Vía Verde y
la conservación de nuestro Patrimonio Industrial.
Bien es cierto que no estuvimos
todos, pero si nos citamos en número suficiente como para cumplir con los
cánones de esa normalidad a la que aspiramos pero que nunca alcanzamos como
entidad como consecuencia de la debilidad de los lazos que unen a quienes
formamos parte de ella.
El resultado fue una bonita tarde
en compañía de nuestros sufridos familiares, a los que no podremos devolver todo lo que hacen por nosotros durante todos
estos años, algunos socios, directivos y amigos de La Maquinilla.
Y puestos a ser sinceros,
confesamos que nos gustó la experiencia de probar a ser normales por un día. Esperamos repetirla el año que viene. Hoy, como ayer, como mañana, hemos vuelto a la
excepcionalidad del no puedo, voy a echar
una mano un rato, o a comunicarnos sin vernos por el grupo de Whatsap. No nos importa. Hemos logrado ser normales por un día.
gracias por vuestro trabajo.
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