El fin de semana volvemos a celebrar el
Día del Cerco. Esta será la quinta ocasión de manera consecutiva en que se
encienden las chimeneas del viejo complejo industrial con humo de colores, una
ruinas sin valor para una minoría, y un monumento expoliado, queremos pensar
que para una mayoría silenciosa.
Si valoramos este evento exclusivamente desde
el punto de vista estético o lúdico podríamos
decir que con verlo una vez es
suficiente y, por tanto, la repetición del mismo sobra: unos cuantos selfies
que colgar en las redes sociales, un vídeo de recuerdo, también para colgar en
las redes sociales y algunas postales tiradas con nuestra buena cámara de fotos
construyen ese nuevo tipo de recuerdo de
usar y tirar que nos dictan, con su
velocidad e inmediatez las nuevas tecnologías.
Así, bastaría con encender las chimeneas cada diez o veinte años hasta alcanzar a la
siguiente generación, a los que estuvieron fuera en el puente de Santa
Bárbara el día en que se encendieron o
para esos niños que eran demasiado pequeños para disfrutarlo.
Pero si lo entendemos como una actividad que
se desarrolla en un lugar que sientes como tuyo porque jugabas dentro de él desde pequeño, porque
parte de tu familia trabajó allí o, porque, simplemente, ha formado parte de tu
horizonte desde que tenías uso de razón, entonces asistir al evento se eleva a un
nivel superior, digamos que espiritual y celebrarlo se convierte por parte de
los ciudadanos y los poderes públicos en un deber ético y en una tradición.
Si lo piensan bien, el pueblo de
Peñarroya-Pueblonuevo se une muy pocas veces al año para compartir o celebrar
aquello que le une de bueno y mucho menos para protestar por aquello que se
considera injusto. Si dejamos a un lado las fiestas nacionales como la Navidad
y la Semana Santa, que congregan en sus calles a un buen número de personas,
convendremos que es la(s) feria(s) y la festividad de Santa
Bárbara lo que nos hace sentir que somos
un pueblo con una identidad propia y diferente; escaso y hasta cierto punto lógico bagaje para un
municipio que se hizo viejo siendo muy
joven aún.
Hagamos lo que hagamos, el Cerco está presente
El Día del Cerco nació con una vocación artística, patrimonial, rebelde y de protesta contra el
expolio y el adormecimiento de la sociedad local respecto al desmoronamiento de
su propia memoria material es un firme
candidato ya a ser en pocos años el auténtico referente de las tradiciones de
Peñarroya-Pueblonuevo . Nada más. Y nada menos. De ahí que vivirlo no pueda o deba ser etiquetado en una categoría
turística, cultural, “sélfica” o
simplemente anecdótica sino en un
acto de hermandad, de comunidad de un pueblo junto a o frente a su Patrimonio.
Ese es el momento en que lo bonito o lo feo, lo importante o lo accesorio de todo lo que ocurre allí pasa
a un segundo plano, superado por el sentimiento de lo que somos gracias a ese paisaje.
Echar un rato junto a nuestros vecinos
alrededor de unos monumentos especiales
y únicos, en un acto diseñad también por nuestros vecinos no sólo nos
dignifica como pueblo, sino que nos
normaliza como sociedad tras años ensimismamiento. Celebrar lo que somos una
vez al año nunca es más de lo mismo, aunque lo sea.
Es por ello que ya no te convocamos para este
Día, porque ya sabes que tienes que venir aunque nadie te lo diga. Por que saber que el Cerco forma parte de ti, como tu familia, tus amigos, tu gente y tu pueblo.
Todos somos el Cerco
A ver si nos pasamos porque las actividades seguro que son geniales y podemos disfrutar de un día diferente todos juntos, nos pasaremos
ResponderEliminarDe qué nos sirven unas imágenes que con el transcurrir del tiempo las olvidamos en un cajón arrinconado y que se pierde en el desván.-
ResponderEliminarDebemos mantener viva la imagen real de ese monumento que desde siendo un chiquillo vivos alzarse ante nosotros. Y si miramos atrás la vieron nuestros padres y los padres de los padres.-
No se debería destruir sino hacerle un cerco para la posteridad que los defiendan de los desaprensivos.-