jueves, 25 de septiembre de 2014

Sobre los pueblos especiales, de sus gentes y sus líderes





 Nave Nordon en el Cerco industrial de Peñarroya. Edificio imprescinsible para entender la industrialización
 tardía de nuestra Comunidad Autónoma

Existen algo más de 8.000 municipios en España, medianos, grandes y pequeños. En la mayoría de ellos la conducta digamos “normal” aparte de la lógica preocupación por la a la crisis demográfica (el 70% pierde población) y el paro  es el orgullo por lo propio,  la defensa de su identidad. Este comportamiento, a veces arrogante, a veces cateto,  lleva a sus habitantes, por ejemplo,  desde la jactancia histórica al seguimiento acérrimo de su equipo de fútbol de tercera categoría, pasando por la glorificación estética pongamos que del relieve de los  capiteles de la puerta de su parroquia elaborada en una piedra rara. 

Esta forma popular, aparentemente tan patética y tan hortera de defender los orígenes encierra mucho de positivo. Sobre esta exaltación de lo local descansa el respeto por su cultura, por su manera de ser y de entender el mundo, algo que se transmite de generación en generación de una forma casi genética.
En sintonía con sus habitantes, las autoridades de estos municipios   tienden a fortalecer  ese sentimiento mediante  la organización de efemérides como instrumento de cohesión social,  el impulso de  elementos  que sirvan de embajada en el exterior  y el destino  de recursos para la conservación y protección del patrimonio.

En el lado opuesto, encontramos un mínimo porcentaje de municipios en los  que el común del ciudadano  padece el complejo del prisionero (yo no tenía que estar aquí), menosprecia  su pasado, su presente y su futuro y, lo que es peor, lo transmite por dondequiera que va. La salvaguarda de la patria chica en estos casos corresponde a los emigrantes.

Estos pueblos, que más que pueblos, parecen una agrupación espontánea  y forzosa de personas en el espacio y en el tiempo padecen una crisis mucho más grave que la demográfica o la económica, la de carácter social. Ésta  se traduce en que el residuo de sociedad que va quedando en ellos  se caracteriza por un  desapego brutal hacia su historia  y  la práctica del desgarro cultural  como deporte. Los gobernantes de estos municipios, a juego con el paisanaje suelen  alimentar la indolencia general  con su propia parálisis.


 Proteger para olvidar. La Nave Nordon data de 1956 y representa el canto del cisne
 de la construcción roblonada en España. Su interior guarda un tesoro en forma de Puente-grúa
amenazado de desaparición. Menos mal que está protegido

Podríamos decir, no sin tristeza, que Peñarroya-Pueblonuevo reúne las condiciones para formar parte de esta categoría. Basta con observar la manera tan calamitosa  con  que se relaciona, trata y gestiona su principal monumento para reconocerlo: el Cerco.

Si preguntásemos a muchos ciudadanos locales por este enclave muy pocos contestarían que es uno de los patrimonios industriales españoles más importantes. Por el contrario, lo común es escuchar la palabra  vertedero o  la expresión  espacio a desmantelar. En cuanto a las autoridades, los avances tampoco son mucho mayores. Aunque andan elaborando un reglamento de protección del sitio, lo hacen sólo a nivel teórico y  violan  los acuerdos con los agentes sociales sistemáticamente. A día de hoy, en el Cerco se sigue jugando a airsoft con autorización del Consistorio pese a que había unanimidad en su prohibición y se sigue royendo patrimonio con total impunidad ante la ausencia de un plan de vigilancia diseñado por la Policía Local.

En esta situación no nos sorprende  que el puente-grúa de la Nave Nordon  esté a punto de desaparecer tras el arrancamiento de los pilares que sustentan el original artefacto en los últimos días.  Éste es, pensamos que por poco tiempo, uno de los últimos  elementos mecánicos que todavía sobreviven al continuo expolio  y una de las joyas tecnológicas de Andalucía en su categoría (data de 1956). El colapso de este ingenio  supondría la  más grave de las pérdidas patrimoniales de los últimos años en la ciudad.


El puente-grúa aún resiste pero, ¿Hasta cuándo? los pilares han sido arrancados


Un lugar  en el que la gente corriente  arrasa  sus monumentos  con violencia talibán y donde los líderes sociales  son cómplices de la catástrofe, una ciudad en la que el Cerco es considerado antes una estorbo que un tesoro  es un lugar que ya no existe, aunque  esté habitado, aunque aparezca en los mapas. 

Cada vez que sus ciudadanos destruyen  patrimonio Peñarroya-Pueblonuevo está  renunciando a la construcción de  un elemento fundamental  para que puedan llamarse a sí mismos pueblo o ser  llamados pueblo por los demás: una identidad. Invertir esta situación es posible pero  difícil porque aunque se conocen los recursos para producir el cambio (educación, concienciación, sanción)  no se encuentran los líderes adecuados para aplicarlos.

Nosotros,  siempre  quijotes y  herejes en nuestros ratos libres, lejos de arrojar la toalla  seguiremos viendo arte donde muchos ven escombros, perseveraremos  en la lucha para que Peñarroya-Pueblonuevo llegue a ser algún día un pueblo normal y, por supuesto, entre la indiferencia general persistiremos en la labor de  cronistas de este atentado interminable, aunque sólo sea para que quede constancia del delito, con la esperanza de que nuestros hijos, los que no se marchen,  herederos obligados de lo poco que quede del Cerco encuentren esa identidad que sus padres no supieron o no quisieron darles.


Día del Cerco 2012. Foto Silvia Carrasco


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