jueves, 11 de enero de 2024

CUANDO DONAR ES UN ACTO REVOLUCIONARIO


Vivimos en una época en la que todo se guarda o se enseña para presumir entre amigos o en redes sociales, o bien se monetiza a través del sinfín de plataformas electrónicas que nos permiten sacarnos unos euros con todo lo que nos sobra  en casa. Todo se compra y todo se vende, también en cuestiones de patrimonio y, de no venderse, se muestra con la poca edificante actitud del "tú no lo tienes y yo si".
Es en esos tiempos en los que donar, es decir, entregar gratis algo que uno tiene por herencia, por casualidad, porque lo compró en su momento o , simplemente porque lo encontró sin haberlo buscado se convierte en un acto revolucionario y en quien lo hace, en un buen ciudadano. 


En la Asociación La Maquinilla hemos constatado cómo empiezan a ser más frecuentes este tipo de actos de generosidad entre nuestros vecinos  Así, desde que comenzamos nuestra campaña comarcal de captación de patrimonio industrial constatamos la  recepción de faroles ferroviarios,  botones ferroviarios, libros, cajas para el transporte, placas identificativas y planos. Sin embargo, el hecho de que sean cada vez más frecuentes no significa que sean mayoritarios. Antes al contrario. De hecho, por cada elemento cedido  contabilizamos tres que han sido comprados con recursos propios del colectivo,  de ahí que cuando una persona dona le hagamos un reconocimiento  público.


Los hermanos Peugeot empezaron fabricando molinillos, saleros, salpimenteros y paraguas;
 los coches vinieron bastante más tarde



El último ejemplo de civismo patrimonial del que nos hacemos eco es el de Julio Pulgarín, amigo de la infancia, socio de La Maquinilla  y buscador de aventuras en el  Cerco junto muchos de su generación, que  ha donado un molinillo de café francés de la Sociedad Minera y Metalúrgica  de Peñarroya.   Para que la gente aficionada a la historia local pueda entender mejor el valor de este objeto  aclaramos que hace más de 120 años, fecha en la que está datado el citado molinillo, nuestro municipio era un oasis  de modernidad en aspectos industriales, urbanos y culturales, pero  también un erial en muchos otros aspectos (aislamiento, lejanía de las grandes capitales españolas y europeas), de  modo que la única forma de seducir   al personal técnico francés para que  abandonara las comodidades de sus  casas en su país para  trabajar en Pueblonuevo  del Terrible era imitando en lo posible posible sus condiciones de vida en la poderosa Francia.

La SMMP ofrecía  a los trabajadores técnicos franceses  las mayores comodidades de la época
para atraerlos a Pueblonuevo del Terrible  y para que desearan quedarse
Vivienda tipo chalet  en el  barrio francés. Hacia 1950 



Este es el motivo por el que la multinacional  del plomo proporcionaba a estos trabajadores altísimos sueldos, probablemente los mejores de cuantos se pagaban en las empresas del ramo en la época, y  excelentes viviendas que emulaban su arquitectura y dotadas  con todo lo necesario  para vivir confortablemente. Este equipamiento lógicamente incluía el ajuar. Está constatado por historiadores locales que  el almacén central, actual complejo Pierre Rousseau, no sólo era un lugar en el que la SMMP guardaba material necesario para el funcionamiento de sus industrias y minas, sino que era el depósito en el que   custodiaba  el menaje que se les facilitaba a las familias francesas recién llegadas, desde un simple cubierto, un cepillo para barrer  o el molinillo protagonista de esta entrada. 

El hijo menor del ingeniero de la SMMP  Roland Breton desayunando con menaje proporcionado
por la empresa  en su chalet francés, hoy desaparecido
 Archivo personal de Philippe Breton



Tras la marcha de la compañía francesa la heredera ENCASUR   imitó  muchos de los viejos  privilegios de la multinacional  a los  los nuevos peritos e ingenieros de origen  español que acudían al municipio desde muy lejos. Los chalets franceses, los que no fueron enajenados por la SMMP tras la guerra civil o por la propia ENCASUR, podían ser ocupados a cuenta de la compañía, teniendo cada uno de ellos personal de mantenimiento para el jardín exterior  y un  chófer para transporte escolar. No obstante,  el derecho a equipamiento de los chalets fue suprimido, si bien estos trabajadores usaron  el mobiliario preexistente hasta el final de su vida útil, incluido los antiguos enseres franceses que quedaron en las viviendas.

Es así, de generación en generación de ingenieros y/o asimilados  (no todos lo eran)  como han llegado a nuestros días  piezas con valor  etnográfico como este molinillo de café. En cuanto al cómo llegó a las manos de nuestro   coleccionista  tampoco importa demasiado. Lo verdaderamente relevante  es que  ha tenido la gentileza de donarlo a una institución filantrópica como La  Maquinilla. 

El molinillo será expuesto en la reconstrucción etnográfica que la Asociación La Maquinilla´
va a realizar en la vivienda del Jefe de la Estación de Peñarroya de vía estrecha

A modo de curiosidad, añadimos que el molinillo fue fabricado como no podía ser de otra manera en Francia por los hermanos Peugeot, empresa que actualmente  conocemos  por sus  vehículos a motor  pero que empezó  haciendo menaje de cocina y fabricando  soluciones técnicas para la vida cotidiana tales como paraguas o bicicletas. Al igual que en el siglo XIX Peugeot continúa hoy  fabricando este tipo de productos a los que da un aire vintage y a precios de pequeño gran lujo.

El destino del molinillo será la  Estación de Peñarroya, concretamente  el edificio de viajeros, el cual será recuperado como archivo  fotográfico Ángel Perry y como museo etnográfico gracias a  la financiación del Grupo de Desarrollo del Valle del Guadiato.

Nuestro colectivo quiere agradecer públicamente este noble gesto  a Julio Pulgarín al tiempo que celebra que cada día sea mayor el número de ciudadanos que confían en nosotros para preservar  y exponer objetos que son fundamentales para entender la vida  de los trabajadores de nuestras industrias. 

No nos cansaremos de recordarte que tu casa no es el mejor sitio para conservar  los objetos de tu abuelo o tu bisabuelo, o los que un buen día "encontraste" (vamos a dejarlo ahí) en el Cerco o los  compraste en Wallapop. La mejor garantía de conservación es la donación a entidades que puedan protegerlos, restaurarlos, contextualizarlos, investigarlos, exponerlos con seguridad junto a otros  relacionados y, lo que es más importante, la única oportunidad de que puedan dar el salto  a las siguientes generaciones. No te quepa duda de que los juguetes y fetiches con los que  hoy disfrutas en tu vivienda serán  los futuros trastos viejos para  tus nietos y sobrinos cuando te hayas marchado. Únete a la revolución patrimonial. Dona (o vende) a La Maquinilla.

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