Vivimos en una época en la que todo se guarda o se enseña para presumir entre amigos o en redes sociales, o bien se monetiza a través del sinfín de plataformas electrónicas que nos permiten sacarnos unos euros con todo lo que nos sobra en casa. Todo se compra y todo se vende, también en cuestiones de patrimonio y, de no venderse, se muestra con la poca edificante actitud del "tú no lo tienes y yo si".
Es en esos tiempos en los que donar, es decir, entregar gratis algo que uno tiene por herencia, por casualidad, porque lo compró en su momento o , simplemente porque lo encontró sin haberlo buscado se convierte en un acto revolucionario y en quien lo hace, en un buen ciudadano.
En la Asociación La Maquinilla hemos constatado cómo empiezan a ser más frecuentes este tipo de actos de generosidad entre nuestros vecinos Así, desde que comenzamos nuestra campaña comarcal de captación de patrimonio industrial constatamos la recepción de faroles ferroviarios, botones ferroviarios, libros, cajas para el transporte, placas identificativas y planos. Sin embargo, el hecho de que sean cada vez más frecuentes no significa que sean mayoritarios. Antes al contrario. De hecho, por cada elemento cedido contabilizamos tres que han sido comprados con recursos propios del colectivo, de ahí que cuando una persona dona le hagamos un reconocimiento público.
Los hermanos Peugeot empezaron fabricando molinillos, saleros, salpimenteros y paraguas; los coches vinieron bastante más tarde |
El último ejemplo de civismo patrimonial del que nos hacemos eco es el de Julio Pulgarín, amigo de la infancia, socio de La Maquinilla y buscador de aventuras en el Cerco junto muchos de su generación, que ha donado un molinillo de café francés de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya. Para que la gente aficionada a la historia local pueda entender mejor el valor de este objeto aclaramos que hace más de 120 años, fecha en la que está datado el citado molinillo, nuestro municipio era un oasis de modernidad en aspectos industriales, urbanos y culturales, pero también un erial en muchos otros aspectos (aislamiento, lejanía de las grandes capitales españolas y europeas), de modo que la única forma de seducir al personal técnico francés para que abandonara las comodidades de sus casas en su país para trabajar en Pueblonuevo del Terrible era imitando en lo posible posible sus condiciones de vida en la poderosa Francia.
Este es el motivo por el que la multinacional del plomo proporcionaba a estos trabajadores altísimos sueldos, probablemente los mejores de cuantos se pagaban en las empresas del ramo en la época, y excelentes viviendas que emulaban su arquitectura y dotadas con todo lo necesario para vivir confortablemente. Este equipamiento lógicamente incluía el ajuar. Está constatado por historiadores locales que el almacén central, actual complejo Pierre Rousseau, no sólo era un lugar en el que la SMMP guardaba material necesario para el funcionamiento de sus industrias y minas, sino que era el depósito en el que custodiaba el menaje que se les facilitaba a las familias francesas recién llegadas, desde un simple cubierto, un cepillo para barrer o el molinillo protagonista de esta entrada.
El hijo menor del ingeniero de la SMMP Roland Breton desayunando con menaje proporcionado por la empresa en su chalet francés, hoy desaparecido Archivo personal de Philippe Breton |
Tras la marcha de la compañía francesa la heredera ENCASUR imitó muchos de los viejos privilegios de la multinacional a los los nuevos peritos e ingenieros de origen español que acudían al municipio desde muy lejos. Los chalets franceses, los que no fueron enajenados por la SMMP tras la guerra civil o por la propia ENCASUR, podían ser ocupados a cuenta de la compañía, teniendo cada uno de ellos personal de mantenimiento para el jardín exterior y un chófer para transporte escolar. No obstante, el derecho a equipamiento de los chalets fue suprimido, si bien estos trabajadores usaron el mobiliario preexistente hasta el final de su vida útil, incluido los antiguos enseres franceses que quedaron en las viviendas.
Es así, de generación en generación de ingenieros y/o asimilados (no todos lo eran) como han llegado a nuestros días piezas con valor etnográfico como este molinillo de café. En cuanto al cómo llegó a las manos de nuestro coleccionista tampoco importa demasiado. Lo verdaderamente relevante es que ha tenido la gentileza de donarlo a una institución filantrópica como La Maquinilla.
El molinillo será expuesto en la reconstrucción etnográfica que la Asociación La Maquinilla´ va a realizar en la vivienda del Jefe de la Estación de Peñarroya de vía estrecha |
A modo de curiosidad, añadimos que el molinillo fue fabricado como no podía ser de otra manera en Francia por los hermanos Peugeot, empresa que actualmente conocemos por sus vehículos a motor pero que empezó haciendo menaje de cocina y fabricando soluciones técnicas para la vida cotidiana tales como paraguas o bicicletas. Al igual que en el siglo XIX Peugeot continúa hoy fabricando este tipo de productos a los que da un aire vintage y a precios de pequeño gran lujo.
El destino del molinillo será la Estación de Peñarroya, concretamente el edificio de viajeros, el cual será recuperado como archivo fotográfico Ángel Perry y como museo etnográfico gracias a la financiación del Grupo de Desarrollo del Valle del Guadiato.
Nuestro colectivo quiere agradecer públicamente este noble gesto a Julio Pulgarín al tiempo que celebra que cada día sea mayor el número de ciudadanos que confían en nosotros para preservar y exponer objetos que son fundamentales para entender la vida de los trabajadores de nuestras industrias.
No nos cansaremos de recordarte que tu casa no es el mejor sitio para conservar los objetos de tu abuelo o tu bisabuelo, o los que un buen día "encontraste" (vamos a dejarlo ahí) en el Cerco o los compraste en Wallapop. La mejor garantía de conservación es la donación a entidades que puedan protegerlos, restaurarlos, contextualizarlos, investigarlos, exponerlos con seguridad junto a otros relacionados y, lo que es más importante, la única oportunidad de que puedan dar el salto a las siguientes generaciones. No te quepa duda de que los juguetes y fetiches con los que hoy disfrutas en tu vivienda serán los futuros trastos viejos para tus nietos y sobrinos cuando te hayas marchado. Únete a la revolución patrimonial. Dona (o vende) a La Maquinilla.
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