viernes, 7 de julio de 2017

Joven, aunque sobradamente ferroviario



La historia de la humanidad está llena  de personas o hechos, que nacen o se dan justo donde la naturaleza, las tradiciones o el puro hilo de los acontecimientos no lo tenía previsto. Por citar algunos ejemplos populares y contemporáneos que permitan entender esto que escribo tenemos a Paquillo Fernández Ochoa, medallista olímpico español de esquí alpino en un país que por aquel entonces era pobre y  sin pistas de esquí, a Fernando Alonso, todo un bicampeón del mundo de fórmula 1 en una nación sin tradición en este deporte y que nació en una familia de clase media,  o el caso de Severiano Ballesteros, que eclipsó al mundo del golf desde una parte geográfica del globo en la que no había instalaciones y donde su nivel económico sólo le daba para ser Caddy.

Tampoco  tenemos que irnos tan lejos para comprobar estas excepciones a lo que estaba pactado: Lourdes Mohedano, es una gimnasta olímpica criada en Peñarroya-Pueblonuevo,  un municipio sin pasado  en esta modalidad.

Detrás de todas estas personas, hay una historia de superación importante que trasciende a sus propios éxitos deportivos y que sólo  valoran ellos mismos o el reducido grupo de familiares, entrenadores o amigos que le apoyaron. Los más estúpidos de los seguidores  jalean los triunfos del paisano o compatriota sin saber que el verdadero premio se encontraba en haber   vencido todas las dificultades que le procuró un entorno difícil o una época oscura  en el que nació para ejercer su vocación.

A nuestro alrededor también encontramos a  vecinos que, sin ser famosos, llaman la atención por hacer cosas diferentes o poco comunes  en un entorno digamos que estandarizado como  nuestro medio rural, repleto de equipos de  fútbol, bandas de música y alguna que otra afición con  acento más urbano como atletismo, el  baloncesto, el rugby y, ahora, la gimnasia.

Este es el caso de Alberto Rivera, un chaval  de Belmez que con tan sólo 12 años ya es un auténtico outsider por su afición a los ferrocarriles y especialmente al modelismo ferroviario en una tierra, como el Guadiato, donde hace muchísimo tiempo que dejaron de pasar trenes, salvo por la excepción de los  “carboneros” que van desde Puertollano a Puentenuevo, en una provincia donde la única Asociación de Amigos del ferrocarril existente (ACAF) no supera los 30 socios y, sobre todo, en una familia donde no se le conoce  vínculo alguno o parentesco  con el mundo del ferrocarril. 
Uno de los dioramas realizados por Alberto Rivera

Es cierto que en Belmez existen algunos elementos de su intenso pasado ferroviario   tales como la barriada para trabajadores de la línea Belmez- Almorchón,  la antigua estación de Belmez ermita, hoy piscina municipal o nuestra Vía Verde de La Maquinilla, elementos que podrían predisponer a conocer algo este mundo. Sin embargo,  la ausencia de testimonios orales, la falta de personal ferroviario si quiera retirado y la evidente  falta de cultura ferroviaria en una  localidad cuya población   hace  45 años que no coge un tren en Belmez   para ir a algún sitio  hacen difícil explicar el gusto de este chico por los trenes.

Sus padres cuentan que los orígenes de su afición por el ferrocarril le viene  desde muy pequeño (quizá sería más apropiado decir “desde más pequeño”, porque pequeño ya es) cuando Alberto les demandaba  cada vez que bajaban a la capital visitar   la estación  para contemplar AVEs y demás convoyes que paraban o circulaban por ella.  Lógicamente, y aunque sorprendidos al principio por el capricho  de su hijo,  se plegaban a sus deseos.
Alberto Rivera, posando junto a sus padres, Julián y Mari Carmen
Las visitas a estaciones paulatinamente dieron paso a los pedidos  de reproducciones a escala  de trenes y a las piezas de los  dioramas ferroviarios, algunos de los cuales lucen en el cuarto trastero de su casa. Nos cuenta al alimón con sus progenitores que en el día de Reyes, su cumpleaños  sólo piensa en regalos de trenes en miniatura y materiales para seguir construyendo  más y más módulos. Julián y Mari Carmen sólo  lamentan  de este pasatiempo el elevado precio de las piezas y modelos, la mayoría de ellos con un valor de varios cientos de Euros, aunque confiesan que le apoyan hasta donde la economía familiar les permite.

En la actualidad y pese a que el  tamaño de su  vivienda  no es reducido, Alberto ya ha empezado padecer el problema que tienen muchos adultos con décadas en  esta afición: la falta de espacio.  Su próximo proyecto es  realizar una maqueta de la Estación de vía Estrecha de Belmez-ermita a escala HO. Estamos seguros de que hará las delicias de todos los belmezanos.

Verdaderamente, es muy pronto para saber si este chaval continuará en el futuro con su hobby   en un entorno tan difícil, ajeno y, por qué no decirlo, hostil ante lo diferente como lo es el Valle del Guadiato. De lo que no cabe duda es de la valentía y personalidad que está demostrando, pese a su corta edad, este joven ferroviario.

Desde aquí, desde esta atalaya de incomprendidos que , aún hoy pese a todo, es la Asociación La Maquinilla, felicitamos a Alberto Rivera y familia por haberse convertido sin saberlo en  una temprana referencia del modelismo ferroviario en la comarca, al tiempo que le animamos a perseverar en este tipo de entretenimiento tan minoritario como especial. 

Una lección que deben aprender de Alberto y de todos esos deportistas como los que les hemos comentado líneas arriba   los chavales con aficiones especiales es que  aquello que  el destino de na persona no depende  tanto de la perfección o la imperfección del lugar en el que te ha tocado  vivir sino su actitud y/o voluntad para hacer aquello en lo que cree o le gusta.

Próximo proyecto de Alberto Rivera para hacer en maqueta


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