La historia de la humanidad está llena de personas o hechos, que nacen o se dan justo
donde la naturaleza, las tradiciones o el puro hilo de los acontecimientos no
lo tenía previsto. Por citar algunos ejemplos populares y contemporáneos que
permitan entender esto que escribo tenemos a Paquillo Fernández Ochoa,
medallista olímpico español de esquí alpino en un país que por aquel entonces
era pobre y sin pistas de esquí, a
Fernando Alonso, todo un bicampeón del mundo de fórmula 1 en una nación sin
tradición en este deporte y que nació en una familia de clase media, o el caso de Severiano Ballesteros, que
eclipsó al mundo del golf desde una parte geográfica del globo en la que no había
instalaciones y donde su nivel económico sólo le daba para ser Caddy.
Tampoco tenemos que irnos tan lejos para comprobar
estas excepciones a lo que estaba pactado: Lourdes Mohedano, es una gimnasta olímpica
criada en Peñarroya-Pueblonuevo, un municipio sin pasado en esta modalidad.
Detrás de todas estas personas, hay una
historia de superación importante que trasciende a sus propios éxitos deportivos
y que sólo valoran ellos mismos o el
reducido grupo de familiares, entrenadores o amigos que le apoyaron. Los más
estúpidos de los seguidores jalean los
triunfos del paisano o compatriota sin saber que el verdadero premio se
encontraba en haber vencido todas las dificultades que le procuró
un entorno difícil o una época oscura en el que nació para
ejercer su vocación.
A nuestro alrededor también encontramos a vecinos que, sin ser famosos, llaman la
atención por hacer cosas diferentes o poco comunes en un entorno digamos que estandarizado como nuestro medio rural, repleto de equipos de fútbol, bandas de música y alguna que otra
afición con acento más urbano como
atletismo, el baloncesto, el rugby y,
ahora, la gimnasia.
Este es el caso de Alberto Rivera, un chaval de Belmez que con tan sólo 12 años ya es un auténtico outsider por su afición a los
ferrocarriles y especialmente al modelismo ferroviario en una tierra, como el
Guadiato, donde hace muchísimo tiempo que dejaron de pasar trenes, salvo por la
excepción de los “carboneros” que van
desde Puertollano a Puentenuevo, en una provincia donde la única Asociación de
Amigos del ferrocarril existente (ACAF) no supera los 30 socios y, sobre todo,
en una familia donde no se le conoce
vínculo alguno o parentesco con
el mundo del ferrocarril.
Uno de los dioramas realizados por Alberto Rivera
Es cierto que en Belmez existen algunos
elementos de su intenso pasado ferroviario tales como la barriada para trabajadores de
la línea Belmez- Almorchón, la antigua
estación de Belmez ermita, hoy piscina municipal o nuestra Vía Verde de La
Maquinilla, elementos que podrían predisponer a conocer algo este mundo. Sin
embargo, la ausencia de testimonios
orales, la falta de personal ferroviario si quiera retirado y la evidente falta de cultura ferroviaria en una localidad cuya población hace 45 años que no coge un tren en Belmez para ir a algún sitio hacen difícil explicar el gusto de este chico
por los trenes.
Sus padres cuentan que los orígenes de su
afición por el ferrocarril le viene
desde muy pequeño (quizá sería más apropiado decir “desde más pequeño”,
porque pequeño ya es) cuando Alberto les demandaba cada vez que bajaban a la capital visitar la estación
para contemplar AVEs y demás convoyes
que paraban o circulaban por ella.
Lógicamente, y aunque sorprendidos al principio por el capricho de su hijo,
se plegaban a sus deseos.
Alberto Rivera, posando junto a sus padres, Julián y Mari Carmen |
Las visitas a estaciones paulatinamente
dieron paso a los pedidos de reproducciones
a escala de trenes y a las piezas de los
dioramas ferroviarios, algunos de los
cuales lucen en el cuarto trastero de su casa. Nos cuenta al alimón con sus
progenitores que en el día de Reyes, su cumpleaños sólo piensa en regalos de trenes en miniatura
y materiales para seguir construyendo
más y más módulos. Julián y Mari Carmen sólo lamentan de este pasatiempo el elevado precio de las
piezas y modelos, la mayoría de ellos con un valor de varios cientos de Euros,
aunque confiesan que le apoyan hasta donde la economía familiar les permite.
En la actualidad y pese a que el tamaño de su vivienda no es reducido, Alberto ya ha empezado padecer
el problema que tienen muchos adultos con décadas en esta afición: la falta de espacio. Su próximo proyecto es realizar una maqueta de la Estación de vía
Estrecha de Belmez-ermita a escala HO. Estamos seguros de que hará las delicias
de todos los belmezanos.
Verdaderamente, es muy pronto para saber si
este chaval continuará en el futuro con su hobby en un entorno tan difícil, ajeno y, por qué
no decirlo, hostil ante lo diferente como lo es el Valle del Guadiato. De lo
que no cabe duda es de la valentía y personalidad que está demostrando, pese a
su corta edad, este joven ferroviario.
Desde aquí, desde esta atalaya de incomprendidos que ,
aún hoy pese a todo, es la Asociación La Maquinilla, felicitamos a Alberto
Rivera y familia por haberse convertido sin saberlo en una temprana referencia del
modelismo ferroviario en la comarca, al tiempo que le animamos a perseverar en
este tipo de entretenimiento tan minoritario como especial.
Una lección que deben aprender de Alberto y de todos esos deportistas como los que les hemos comentado líneas arriba los
chavales con aficiones especiales es que aquello que el
destino de na persona no depende tanto de la perfección o la imperfección del lugar en el que te ha
tocado vivir sino su actitud y/o voluntad para
hacer aquello en lo que cree o le gusta.
Próximo proyecto de Alberto Rivera para hacer en maqueta
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