viernes, 14 de julio de 2017

Que no te den castillo por fábrica


Yenidze: un pedazo de Turquía en Europa Central
Es tiempo de viajes y escapadas para conocer algún rincón de nuestro país o de un mundo empequeñecido por el extraordinario desarrollo de los medios de transporte. El punto de partida de cualquier excursionista para una jornada cultural en un sitio suele ser la oficina de turismo.

Existe una dictadura encubierta en todos estos servicios turísticos locales que predispone al visitante a entrar en edificios religiosos y castillos, algunas ruinas romanas, mucho menos patrimonio civil, exceptuando  que pertenezca a algún personaje muy relevante. Bueno, también museos. El Patrimonio Industrial queda relegado a un plano residual, dependiendo éste de la experiencia personal de quien nos atiende, la cual, en muchos caos, es  nula.

Si  tuviésemos  que aprender la  historia de la humanidad a través de las guías de viaje y demás inventos turísticos,  a buen seguro  concluiríamos que ésta  terminó  en  el siglo XIX, siendo  siglo XX y XXI un periodo lleno de algunos  pintores famosos  y   varias guerras.

El turista típico,  está  entrenado para no mirar a su alrededor dondequiera que va, o bien, está condicionado por los prejuicios culturales basados en la sacralización de lo más antiguo y caro. Esta actitud aprendida le predispone a conformarse con contemplar   obras del clero y de la aristocracia a lo largo de los siglos. Evidentemente, existen excepciones de edificios industriales que se encuentran  a la cabeza mundial de visitas turísticas, como la Torre Eiffel, pero que no salvan, en absoluto, esta tendencia general del gusto de la gente corriente por el retablo, la cama de una reina o las almenas.   

Ninguno de nosotros estamos a salvo de escapar de esta dinámica que nos empobrece culturalmente  y que nos ofrece una visión fraccionada  del mundo que nos rodea.
El caso de  Dresde es, probablemente, uno  de los casos más paradigmáticos.  Esta ciudad alemana está definida por las bíblicas turísticas como  una de las ciudades más bellas de Europa. Ustedes también pueden comprobarlo  en su propia casa: tecleen en Google qué ver en Dresde o simplemente Dresde. El ordenador, solícito, mostrará al navegante numerosas fotos de edificios barrocos reconstruidos en forma de palacios, iglesias y óperas  que nos hablan  de una ciudad que parece que tiene sólo dos siglos de antigüedad: el  XVII y XVIII.
Mezquita del tabaco. Lo que parece un minarete es la chimenea

Sin embargo, no aparece el Yenidze, obra cumbre del Patrimonio Industrial Europeo.  Este edificio es comúnmente conocido como la “Mezquita del tabaco”, pero no es de ningún modo un templo, sino que es una fábrica. Fue construido entre 1908 y 1909 por una empresa tabaquera de capital turco llamada Yenidze. Tomó su nombre de la región griega en la que se cultivaba la materia prima,  en aquella época en manos del   Imperio Otomano.

Tras el cierre de la fábrica en los años 80, el complejo fue restaurado en 1996. Hoy en día  alberga un hotel y un restaurante.  Su preciosa cúpula de acero  se abre varias tardes a la semana para la celebración de conciertos, la representación de pequeñas obras de teatro y la organización de  actividades para niños. Además, es la atalaya urbana desde el que se obtienen las mejores panorámicas de la ciudad de Dresde.   Juzguen ustedes mismos: salvando épocas y estilos arquitectónicos, el Yenidze no tiene nada que envidiarle al Palacio Zwinger, en la misma ciudad.


El Yenidze de noche. Cúpula y chimenea


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Palacio Zwinger, también en Dresde
Conocimos este impresionante monumento industrial hace ya algunos años,  durante  uno de nuestros viajes veraniegos  no por recomendación de alguna guía turística sino  por pura casualidad, al entrar en coche por  error en el extrarradio de la ciudad, esto es,  muy muy lejos del mal llamado centro histórico de la ciudad de Dresde.

Es una verdadera lástima que la gente se pierda este Patrimonio por una deficiente formación de los máximos responsables de bienes culturales de ésta y otras ciudades europeas (no hablemos de las españolas) y por la flagrante  a la vez que estúpida arbitrariedad con la que se crean los paquetes e itinerarios turísticos.  

Hoy en día, varios años después de aquel viaje, comprobamos con alegría cómo  el Yenidze empieza a aparecer en alguna guía turística digital  de la ciudad de Dresde. La gente que viaja es  cada vez más inconformista con aquello que se ofrece como típico o convencional y  en su búsqueda crítica encuentra nuevas rutas que posteriormente se normalizan gracias a internet. Así es como el Patrimonio Industrial, junto a  otros Patrimonios olvidados van reivindicando su importancia desde el punto de vista turístico.

Desde este humilde medio de comunicación animamos a aquellos lectores que puedan permitirse el lujo (si, es un lujo) de viajar en estos meses, a que  miren más  a su alrededor y, sobre todo, que miren mejor cuando visiten ciudades o espacios patrimoniales. Es el único método para que no te den castillo o palacio por fábrica, sino ambas cosas.


Cúpula del Yenidze, desde el interior


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