lunes, 2 de mayo de 2011

Pensemos todos en verde



Definitivamente no corren buenos tiempos para dedicarse a la política. Como cantaba Radio Futura en la década de los 80 "hace falta valor, hace falta valor..." para ser político. El hastío de la población ante la falta de expectativas debidas a la crisis económica no han hecho sino socavar la imagen de todos nuestros representantes públicos, impotentes ante una situación verdaderamente excepcional en la historia. Tanto es así que desde el año 29 del pasado siglo no nos vemos en ninguna otra igual. Las instituciones públicas, auténticas rehenes de los mercados, se han visto arrastradas por una orgía de gasto sin precedentes instigada por las instituciones financieras.

Coleccionamos adjetivos descalificativos para referirnos a ellos y a su labor, sin importar partido ni ideología. Sin embargo y, aunque nos pese, los políticos son necesarios para construir una sociedad mejor que la que tenemos. De acuerdo con nuestro sistema democrático son ellos en quienes hemos depositado nuestra confianza para que resuelvan nuestros problemas globales y cotidianos.


Me parece algo cínica e injusta esa actitud de desprestigio permanente al servidor de lo público, especialmente cuando viene de aquellos que piensan que participar en la vida democrática de un país se reduce exclusivamente a votar cada 4 años, como si la democracia y todas las ventajas que ha traído consigo (libertad de expresión y asociación pilar fundamental) fuesen algo consustancial al ser humano. No señores, la democracia no nos ha venido de herencia desde los tiempos de Atenas, la democracia es una conquista. Mientras no se invente algo mejor, la democracia es el mayor nivel de madurez al que puede aspirar una sociedad.

Y dentro de ella, nuestros representantes tienen el deber, en primer lugar, de escuchar al ciudadano y, en segundo lugar, tratar de satisfacer, dentro de sus límites y capacidades, las necesidades de todos ellos.

La mayoría de los avances que se producen en cualquier sociedad se imponen desde abajo hacia arriba. Conozco a muy pocos políticos que han sido capaces de cambiar el estado de determinadas cosas sin que los ciudadanos se lo hayan exigido o sugerido previamente, a través de los medios de información y comunicación, manifestaciones, organizaciones, etc. Por esta razón consideramos déspota (de despotismo ilustrado) aquel líder que, sin consultar con su pueblo impone su visión de la realidad al resto, por muy nobles que sean sus intenciones.

Si los políticos todavía no han resuelto la cuestión de la Vía Verde del Guadiato es porque nadie, absolutamente nadie en esta comarca se lo ha sugerido. Callados y ensimismados, los ciudadanos del Guadiato permanecemos estancados en esa minoría de edad democrática que nos impide organizarnos para reclamar aquello en lo que creemos.

Para que nuestro proyecto de vía verde sea una realidad se tienen que dar dos condiciones:
1) ciudadanos críticos, debidamente informados e inconformistas, capaces de exigir a través de los resortes democráticos aquello que redunde en beneficio de todos.
2) gobernantes receptivos que escuchen a los primeros y trabajen por satisfacer esas demandas. 

Ambas condiciones son indivisibles. Y la primera, tiene que darse necesariamente antes que la segunda para avanzar en alguna dirección. La que sea. Lo vemos a diario en las noticias. El político cambia al son de lo que sus ciudadanos tocan y no al revés. ¿Por qué se han producido cambios democráticos en Túnez y Egipto? ¿Tal vez porque sus mandatarios se levantaron por la mañana y pensaron que la democracia era mejor que su régimen autoritario? ¿O tal vez porque cientos de miles, millones de ciudadanos se lo exigieron mediante manifestaciones y protestas?


Hablando en código local (comarcal), con nuestros gobernantes ocurre exactamente lo mismo. Ellos realmente quieren hacer bien su trabajo, pero somos nosotros, los ciudadanos, los que les votamos y los que no lo hicimos, quienes debemos guiarles en el camino de nuestras aspiraciones. Ellos solos no pueden. Nos necesitan, al igual que nosotros a ellos.

Para que nuestros líderes locales y comarcales se conciencien de la conveniencia de construir una Vía Verde en el Guadiato es necesario que antes los ciudadanos se lo hayamos recordado, a través de los medios legítimos de que disponemos en una democracia real: asociaciones, concentraciones, manifestaciones, marchas pacíficas, conferencias divulgativas, campañas de sensibilización, etc.


Al político se le vota para que gestione la voluntad de un pueblo, pero no se le vota para que piense por él.

Hagamos algo de autocrítica. Hace tan solo algunos meses, antes de organizar el Proyecto Camino del Guadiato y presentar la asociación "La Maquinilla" el común de los ciudadanos del Guadiato desconocía el concepto de vía verde. Y quedan todavía muchos que aún no lo saben. El hecho de que comience a sonar el proyecto de Vía Verde del Guadiato, o que hayamos adquirido algo de "conciencia social" sobre qué hacer con las antiguas plataformas ferroviarias, no nos da derecho a despreciar un trabajo que todavía nuestros mandatarios no han comenzado a desarrollar por puro desconocimiento.

Solo cuando, tras años de dedicación ciudadana al proyecto de vía verde, percibamos que nuestros gobernantes no nos acompañan nos habremos ganado el derecho a reprocharles su gestión en este ámbito.

Es época de elecciones. Estos son los primeros comicios municipales de toda la democracia en que algunos partidos políticos locales contemplan en sus programas la  intención de ejecutar el proyecto de vía verde al paso por su término municipal. No es casual. Este pequeño paso se ha dado porque existe un pueblo que sabe reclamar y un grupo de políticos que saben escuchar.

Como decía Winston Churchill, esto es solo el fin del principio de la lucha por la consecución de la vía verde, pero creo que vamos, votantes y políticos, en la buena dirección. Mucha suerte para todos.


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