Gran parte de los bienes que hoy miramos y admiramos en los museos e instituciones culturales de todo el mundo se conserva precisamente ahí, es decir, a salvo de la destrucción y/o el expolio gracias a la labor de coleccionistas anónimos (tampoco debemos olvidar los grandes mecenas) que por filantropía o por puro placer decidieron proteger, pagando incluso con su propia vida, aquello que en algún momento de la historia fue catalogado de inservible, estúpido o nocivo por algún poder establecido y lógicamente arbitrario.
Hoy en día pensamos que el hecho de acumular piezas y objetos de carácter histórico es producto de un proceso personal de búsqueda, estudiando en archivos, bibliotecas y/o hemerotecas, visitando yacimientos arqueológicos o hablando con testigos de un pasado concreto. Sin embargo el patrimonio, escurridizo y caprichoso no siempre se le aparece a quien más lo busca. Colón no buscaba América cuando cuando avistó tierra. La casualidad o el destino pueden hacer de cualquiera de nosotros un improvisado coleccionista.
Encontrar un objeto con valor histórico no es una suerte. Es, ante todo, una responsabilidad. Y no todo el mundo está lo suficientemente preparado para merecer descubrirlo. En primer lugar, porque reclama de la persona la capacidad para reconocer la singularidad de la pieza, que nos induzca a "sacarla" del olvido físico al que estaba sometida; en segundo lugar, porque exige una elevada dosis de altruismo, que nos empuje a compartir el descubrimiento con la comunidad. Querámoslo o no, el hallazgo es un poco de todos y para todos. Por último, demanda insobornabilidad, que nos impida sacar beneficio económico alguno con su venta, custodiándolo pacientemente hasta el día en que nuestras instituciones encuentren un lugar seguro donde exponerlo.
En la comarca tenemos el lujo de contar con personas que reúnen estas cualidades. Daniel González es una de ellas. Conocido por haber formado parte de la mejor generación de jugadores de baloncesto que ha dado la inagotable cantera del C.P. Peñarroya, Daniel, eterno curioso donde los haya, salvó del abandono un petardo de aviso original de la línea Córdoba-Almorchón (en la foto) cuando realizaba una inspección rutinaria en su jornada de trabajo. Y ha tenido el detalle de fotografiarlo en su contexto original para el disfrute de todos los amantes de la historia de la comarca en general y del ferrocarril en particular. Desde aquí le felicito públicamente por su civismo. Todos debemos seguir su ejemplo, porque mañana cualquiera de nosotros podríamos estar en su lugar.
Esta rudimentaria pero eficaz alarma tenía como función avisar a los maquinistas de los convoyes ante una posible anomalía en el tráfico de la vía (obras, desprendimientos, descarrilamientos, etc) con el fin de prevenir accidentes.
Cuando por alguna ciscunstancia se interrumpía el normal funcionamiento de la vía se fijaba el artefacto explosivo de color rojo al raíl mediante una abrazadera de metal a varios cientos de metros del lugar donde ocurrió el problema. El sonido de la detonación activada por el peso del convoy instaba al maquinista a detener el tren. Desconozco si la deflagración venía acompañada por una humareda de color. Si algún experto en la materia tuviese la amabilidad de ampliar la explicación se lo agradeceríamos.
El dispositivo colocado en el rail |
El petardo o petardos, engarzados a un testigo metálico, se almacenaban en una vaina de aluminio convenientemente embalada. En el exterior, la vaina disponía de unos enganches por los que se hacía pasar un arnés o similar, para facilitar el transporte por el personal ferroviario.
Petardo de aviso |
El comportamiento de este fantástico deportista y amigo merece nuestro reconocimiento porque pone en relieve el importante papel que jugamos todos, ciudadanos anónimos, en la conservación de nuestro patrimonio. Donde no llegan las instituciones pueden y deben llegar las personas.
historia....es una pena lo que ha pasado en este pais con el ferrocarril sostenible por culpa del ave. en este video podeis ver, como en paises mas avanzados, como francia, se siguen usando los petardos, aunque en el video se utilizan para celebrar la jubilación de un maquinista.
ResponderEliminarTengo entendido que sólo explotaba, sin humo. Se colocaban de a tres, a 800, 820 y 840 metros de la zona a proteger, por algún desperfecto en la vía, o bien, un tren detenido en ella. También se colocaban como adicional a ciertas señales en tiempo de mala visibilidad, sea neblina, humo, cualquier causa climática-atmosférica que impida al conductor ver la indicación de las señales a mas de 200 metros. En ese caso se colocaban de a 2, y según la señal la distancia de colocación.
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