A partir de octubre de 1936 y durante
1937 tuvieron lugar numerosas acciones militares entre republicanos y
nacionales, que habían establecido sus comandancias en Pozoblanco y Belmez
respectivamente. Éstos recibían tropas y armas desde Córdoba, fletando para
ello todos los trenes que fueran necesarios, por lo que la línea Belmez-Córdoba
se convirtió en el objetivo prioritario de la guerrilla republicana, con
continuas incursiones nocturnas desde Pozoblanco y Villanueva de Córdoba para
realizar actos de sabotaje tanto en la carretera como en las vías del tren. La
prensa republicana daba cuenta de ello y el 28 de febrero se podía leer en el
ABC de Madrid (hay que recordar que este periódico tenía una edición
republicana en Madrid y otra nacional en Sevilla) que “los facciosos han concentrado gran cantidad de material bélico en la
línea de Peñarroya, Belmez y Espiel”.
En el ya referido libro de Francisco
Moreno “La Guerra Civil en Córdoba” se recogen algunos de estos sabotajes,
pudiéndose citar como más significativas las acciones del 11 de diciembre de
1936 en El Vacar, cortando carretera y ferrocarril, y otra en enero de 1937,
con la voladura de un puente en la vía férrea. Hay constancia también de que en
el mes de abril hubo varios muertos ocasionados por un ataque contra un tren
que hacía el trayecto de Espiel a Peñarroya.
La actividad de la guerrilla republicana
en ese tiempo fue tan intensa que llegó a conquistar la estación de El Vacar 12
de junio de 1937, interrumpiendo varios días las comunicaciones y el envío de
tropas desde Córdoba hacia la cuenca minera. El ejército nacional daba partes
mensuales de todos los actos de sabotaje cometidos contra la vía férrea de
Belmez a Córdoba, convirtiéndose en una pesadilla para las guarniciones de El
Vacar, Villaharta y Espiel, por lo que se ordenó la ocupación de Obejo a toda
costa, por considerarlo “madriguera de rojos”, desde donde partían la mayoría
de los ataques.
Entretanto, la línea a Puertollano seguía
cortada entre las estaciones de Belmez-Ermita y Villanueva del Duque,
circulando regularmente trenes sólo entre Pozoblanco y Puertollano por un lado
y desde Peñarroya a Fuente del Arco por el otro, aunque esporádicamente se
utilizaron los tramos de Pozoblanco hasta el Soldado y de Peñarroya a Cámaras
Altas.
En marzo de 1937, luchando por el control
de la carretera de Belmez a Villanueva del Duque, fue utilizado el ferrocarril
por la caballería de los dos ejércitos para el movimiento de tropas y
refuerzos, sirviendo también las trincheras de la vía para la defensa de las
posiciones. Como consecuencia de los combates el ejército republicano se
apoderó de un tren que los nacionales habían llevado hasta El Soldado para suministrar
víveres y munición a sus soldados.
La intensidad de los combates en la zona
llevó a las fuerzas republicanas a utilizar trenes blindados, preparando para
ello la locomotora nº 22 con gruesas planchas de acero, y ametralladoras, haciendo
circular delante de ella una batea con sacos de tierra y dos ametralladoras
más. Con esta ayuda llegaron a controlar totalmente la estación de Peñas
Blancas y se plantaron en el cerro de la Alcornosilla, desde el que dominaban
la estación de Cámaras Altas.
Con el apoyo de un tren blindado, las
tropas republicanas conquistaron el 4 de abril la estación y el pueblo de Valsequillo,
que por su carácter de puerta de entrada a la cuenca minera desde el norte,
estaba fuertemente preparada para su defensa. Al día siguiente tomaron La
Granjuela y Los Blázquez, llegando a cortar la línea a Fuente del Arco en las
proximidades de la estación de vía estrecha de La Coronada el día 9, dando
cuenta de que “después de nuestras
últimas conquistas, las fuerzas republicanas se encuentran a 12 y 10 kilómetros
de Fuenteovejuna y Peñarroya, y de dos estaciones, Peñarroya y Belmez, que son
las que faltan para que pase íntegro a nuestro poder el ramal ferroviario de
Almorchón a Belmez”. No obstante, no pudieron reconquistar ninguna de estas
tres poblaciones.
Sólo cuatro días después, guerrilleros republicanos
llevaron a cabo el más espectacular acto de sabotaje contra esta línea, a cinco
kilómetros de Granja de Torrehermosa, causando cuatro muertos y quince heridos
de entre los viajeros de un tren.
Protegido por la artillería y la aviación republicana, el 21 de
septiembre un tren blindado llegó desde Valsequillo hasta escasos metros de la
estación de Peñarroya “vomitando metralla por sus dos costados contra las
posiciones enemigas”. La crudeza del combate fue tal
que en una sola jornada se lanzaron “más de seis mil proyectiles de todos los
calibres” contra Belmez, Peñarroya y Pueblonuevo.
Desde finales de septiembre de 1937 la situación fue de una calma tensa,
con escarceos por parte de uno y otro bando, aunque sin mucha intensidad, tal
como manifestaba el ejército republicano: “El enemigo no da señales
de vida ni en Cabeza Mesada, ni en Peña Ladrones ni en Peñas Blancas. Nuestros
jefes no quieren, por tanto, gastar municiones inútilmente”.
Por su parte, en el Informe del Servicio
Militarizado de la S.M.M.P. de octubre de 1937 se indicaba que en el tramo
controlado por los nacionales habían impactado hasta entonces 100 obuses de
artillería, 10 bombas de aviación y sufrido 29 voladuras con explosivos,
añadiendo que “Hemos de resaltar
igualmente los servicios prestados con nuestro personal y material para el
aprovisionamiento y municionamiento de las posiciones de extrema vanguardia en
el sector de Cámaras Altas, y otros muchos servicios hechos en condiciones que
por sus proximidades a los frentes pueden suponerse”.
En junio de 1938 cambiaron las tornas. Las fuerzas nacionales planearon
el ataque a la comarca de La Serena con el fin de controlar en su totalidad el
ferrocarril desde Córdoba a Almorchón, para cuya defensa el ejército
republicano volvió a utilizar trenes blindados. Un primer ataque consiguió la
toma de La Granjuela y Valsequillo y las sierras próximas, fortificadas por los
republicanos con el fin de defender desde allí la línea férrea. La conquista
además de Los Blazquez y Peraleda del Zaucejo permitió el 18 de junio la
apertura de la línea desde Peñarroya hasta Valsequillo.
La importancia de esta toma se entiende mejor con noticias como la que
aparecía en el Diario de Córdoba del 24 de junio, en la que se daba cuenta de
que, como trofeos de guerra, estaban expuestos en la plaza de las Tendillas de
Córdoba “El Felipe” y “La Leona”, los dos cañones de grueso calibre arrebatados
a los republicanos, con los que custodiaban la línea férrea y hostigaban a la
población de Peñarroya. Con esta acción el ejército nacional volvía a defender
las industrias de Peñarroya desde Valsequillo, por lo que, conocida la noticia
y dando por hecho la protección de las minas y fábricas en la cuenca y que el
final de la guerra no habría de estar muy lejano, las acciones de la S.M.M.P. en
la bolsa de París subieron 40 francos en un solo día.
En el mes de septiembre hubo un nuevo ataque republicano, intentando
conquistar Córdoba e interceptar el ferrocarril, preferentemente entre
Villanueva del Rey y Alhondiguilla, así como reconquistar todas las posiciones
perdidas en los cerros y peñas próximos a carreteras y vías férreas, tratando
de cortar las comunicaciones con Peñarroya. El diario ABC de Sevilla así lo manifestaba
el 4 de noviembre: “¡Seremos los dueños de las alturas y desde ellas
cortaremos la carretera! ¡Bombardearemos Belmez, Pueblonuevo, Espiel,
Peñarroya! - dijeron los marxistas”.
La contraofensiva republicana de enero de
1939, la última gran batalla de la Guerra Civil, de la que ya se habló en el apartado
dedicado a los éxodos de la población, fue el penúltimo episodio de la guerra
en nuestra comarca. Entre el 5 de enero y el 4 de febrero entraron en acción
más de 160.000 combatientes de ambos bandos. El trasiego de trenes militares con destino al frente de guerra,
establecido en Valsequillo, llegó a ser tal que el 14 de enero se produjo un
choque de trenes entre las estaciones de Belmez y Villanueva del Rey con un
balance de once muertos y 24 heridos.
El último capítulo de la guerra vino
después. Fue el de los muchos trenes repletos de miles de prisioneros republicanos
que, partiendo de los campos de concentración establecidos en las ruinas de
Valsequillo, La Granjuela y Los Blázquez los fueron desperdigando por cárceles y
campos de trabajo de toda España.
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