Al estabilizarse el frente de guerra en octubre de
1936, se reanudaron los servicios del ferrocarril y comenzaron a circular los
trenes desde Peñarroya con destino a Córdoba y Fuente del Arco, pero con un
tráfico de personas y mercancías muy restringido por falta de material y porque
la mayoría de los trenes eran utilizados para el movimiento de tropas y armas.
La población de Belmez había quedado reducida a apenas
1.500 habitantes y la de Peñarroya-Pueblonuevo a sólo 6.000. Aún así, se
intentaron poner nuevamente en funcionamiento las minas y fábricas que eran
gestionadas por una militarizada S.M.M.P. (hay que advertir que en Puertollano
también siguió trabajando la S.M.M.P., con un funcionamiento más limitado y
bajo dirección francesa), pero la escasez de mano de obra era un grave
problema: en julio de 1936 trabajaban en las minas y fábricas de la comarca
unos 4.100 obreros y tras la ocupación del ejército nacional, el número de
obreros disponibles para el trabajo era sólo de 700 (de 2.150 mineros, sólo
quedaron 106), por lo que se reclutó el mayor número de trabajadores posible,
trayéndolos de provincias limítrofes, arrojando octavillas en la zona
republicana en las que se prometían todo tipo de favores y perdones a los
obreros que desearan regresar y ocupar sus antiguos puestos de trabajo.
Anuncios publicados en el diario "Azul" en marzo de 1937 y junio de 1938 |
Con todo, se logró que en pocos meses el número de
obreros ascendiera a casi 1.800, tratando de facilitar todos los medios
posibles para que la población volviera al trabajo, y uno de los principales
era la puesta en funcionamiento de La Maquinilla con el fin de que desde Belmez
se pudiera ir a trabajar a las minas e industrias de Peñarroya. Para ello, el
15 de febrero de 1937 el Ayuntamiento de Belmez solicitó a la S.M.M.P. “que instale medios de comunicación fáciles
para que los obreros y empleados de esta sociedad puedan trasladarse a los
lugares de trabajo”. A esta
petición contestó días después el Teniente Coronel Director de la
S.M.M.P. que su intención era la de restablecer totalmente el servicio del
ferrocarril minero, pero que carecían de personal especializado para ello y que
además había que tener en cuenta las restricciones impuestas en el consumo de
carbones.
Militares en Peñarroya. Foto F.J. Aute |
Ante la imposibilidad de poner en
funcionamiento nuevos trenes con los horarios que se adaptaran a los turnos de
trabajo, la solución propuesta desde Belmez fue la de instar al referido
Teniente Coronel a que procurara acoplar en un mismo relevo a todos los
trabajadores que eran vecinos de este pueblo, para que pudieran ir y regresar
en un mismo tren, con el consiguiente ahorro de personal y de combustible, y a
aquellos que por el servicio que prestaban no pudieran ser acoplados en dicho
tren, se les facilitara el traslado por medio de un autocamión.
Llegado el verano el problema aún no
estaba solucionado, por lo que la mayoría de los obreros de Belmez que se
empleaban en Peñarroya hacían el trayecto andando, por no establecer la
compañía ningún tren que se ajustara al horario de los relevos de trabajo.
Nombrada una comisión que estudiara el problema, se resolvió a finales de
agosto en el sentido de intentar ajustar los horarios de los trenes para que
pudieran transportar al mismo tiempo a los trabajadores de las industrias y a
los de las minas, sin que ni unos ni otros tuvieran largos tiempos de espera
antes o después de sus correspondientes relevos.
Con todo ello se consiguió que las más importantes minas siguieran funcionando, así como la fundición de plomo, la central eléctrica, los Talleres Generales y las fábricas de productos químicos, y se pusieron nuevamente en funcionamiento la fábrica de zinc (cerrada desde marzo de 1933) y la de óleum (cerrada en septiembre de 1931) siendo ésta de suma importancia para la fabricación de explosivos, por ser la única de este tipo que existía bajo el control del ejército nacional.
Con todo ello se consiguió que las más importantes minas siguieran funcionando, así como la fundición de plomo, la central eléctrica, los Talleres Generales y las fábricas de productos químicos, y se pusieron nuevamente en funcionamiento la fábrica de zinc (cerrada desde marzo de 1933) y la de óleum (cerrada en septiembre de 1931) siendo ésta de suma importancia para la fabricación de explosivos, por ser la única de este tipo que existía bajo el control del ejército nacional.
Lógicamente, el funcionamiento de todos
estos centros fue bastante irregular y se veía continuamente alterado por la
falta de mano de obra especializada y las vicisitudes de la guerra. A modo de
ejemplo, en abril de 1937 fueron bombardeadas las fábricas de municiones de
Peñarroya y en agosto de 1938 un bombardeo de la aviación republicana destruyó
la central eléctrica, lo que paralizo durante casi un mes la mayoría de las
fábricas y provocó el apagado de los hornos de coke. Por otro lado, en octubre
de ese mismo año el ejército nacional envió un “Batallón de Mineros”, formado
por 400 prisioneros, con lo que el número de trabajadores de la S.M.M.P.
militarizada se elevó a 2.174, incrementando notablemente la producción.
Reparación de tanques en las instalaciones de la S.M.M.P. |
Del funcionamiento de estas minas e
industrias hay que destacar dos aspectos referidos al ferrocarril: los trabajos
de mantenimiento del material realizados en los Talleres Generales y la
utilización de La Maquinilla para el transporte de mercancías entre todos los
centros.
En cuanto a los Talleres Generales, además
de su uso como la fábrica de armas y municiones, se convirtieron en el centro
neurálgico para el mantenimiento de todo tipo de vehículos militares utilizados
en el frente, encargándose de efectuar las necesarias reparaciones en los
automóviles y camiones del ejército, así como en locomotoras y vagones. Sólo
entre octubre de 1936 y septiembre de 1937 fueron reparados 1.541 automóviles,
172 locomotoras y 89 vagones de ferrocarril.
Y referido a su uso durante la guerra, lo más acertado es remitirse a la comunicación presentada por el Cronista Oficial de Peñarroya-Pueblonuevo Jerónimo López Mohedano a la XXX Reunión Anual de Cronistas Cordobeses referida a este ramal minero, donde recoge que:
Y referido a su uso durante la guerra, lo más acertado es remitirse a la comunicación presentada por el Cronista Oficial de Peñarroya-Pueblonuevo Jerónimo López Mohedano a la XXX Reunión Anual de Cronistas Cordobeses referida a este ramal minero, donde recoge que:
Rafael Soto Fernández,
fogonero en 1.936, recordaba a sus 87 años, que a medianoche del 11 al 12 de
octubre, en la víspera de la toma de Peñarroya-Pueblonuevo por las fuerzas
nacionalistas, fueron a su casa compañeros del sindicato que trabajaban como él
en el Ramal Minero, Ramal que había
permanecido paralizado desde el 18 de julio tras la declaración de la huelga
general, ya que durante estos meses no había habido producción carbonífera y en
las minas solo se había realizado las mínimas y necesarias labores de
mantenimiento como para poder volver a poner en servicio las explotaciones en
cuanto fuera necesario. Los trabajadores del Ramal se habían limitado a
realizar pequeñas reparaciones y trabajos en el mismo sentido, pero aquella
noche iban a sabotear las locomotoras e instalaciones:
«Nos llevamos la nº 8, la
"Santa Rosa" y la nº 10, la "San Rafael" y otra más que no
recuerdo. Las demás procedimos a desarmarlas, pues algunos creían que pronto
recuperaríamos el pueblo y otros porque pensaban que los que venían no iban a
ser capaces de arreglarlas. En la cochera de La Montera estaban la nº 9,
la "Porvenir", y la desarmamos, pues creíamos que era la más difícil
de reconstruir para ellos. Unas piezas vitales que se llaman los sectores, las
enterramos para que no los encontraran, así como ruedas y otros elementos. Otra
de las yanquis, tras desarmarla, la enterramos debajo de unos enormes montones
de madera al pie de los Talleres que había en el Cerco, cerca de La Montera y, creo recordar
que la "Marta" y otras se quedaron en El Porvenir o por ahí y por eso
no nos las llevamos, pero esto no lo sé cierto».
Y acababa el Cronista diciendo:
Algunas de las locomotoras del
Ramal Minero se habían empleado en las labores de evacuación, siendo enviadas
a Puertollano, vía a Almorchón, hasta
donde arrastraron vagones del mismo Ramal, y de MZA o Andaluces, llenos de
fugitivos, ya que la Empresa
de Peñarroya había manifestado siempre un lógico interés en mantenerlas bajo su
control en aquella cuenca manchega.
Ocupada la cuenca minera por
los sublevados, se iniciaron las labores de puesta en servicio de las
instalaciones minero-industriales, colocadas bajo control directo de Jefes e
Ingenieros españoles tras la expulsión mayoritaria del personal francés,
procediéndose a su militarización. Se consiguió encontrar las piezas de las locomotoras saboteadas y
reparar la nº 6, la “Vega”, que durante más de un lustro, exhibió en los
costados de su ténder la leyenda propagandística: “Lo que los rojos destruyen, la Falange reconstruye”.
Es interesantísima la fotografía de"segundo escalón" (reparación) de los carros de combate , son dos FT 17 Renault que desconocía su participación en el frente Cordobés, este mismo modelo obsoleto tomo parte en la famosa toma del Cuartel de la Montaña en Madrid....le felicito por el magnifico trabajo de recopilación de estas páginas ,,,,Enhorabuena
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