Al hablar de las minas de carbón del Guadiato nos referimos siempre a las de la margen izquierda del río, donde se encontraban los grandes yacimientos, las industrias y la línea férrea Almorchón-Belmez-Córdoba.
Sin
embargo, existieron también explotaciones de cierta entidad en la margen
derecha que vivieron su época dorada durante la Primera Guerra Mundial, cuando
desapareció la competencia del carbón inglés y el alto precio de la hulla
permitió acometer importantes inversiones en la construcción de pozos e
instalaciones anexas, así como en las necesarias infraestructuras de
transporte, que quedan hoy en día como testigos de ruinosas inversiones.
Tres explotaciones de hulla destacaron en la margen derecha del Guadiato: el Grupo de Valdeinfierno, el Grupo los Hatillos o de Benajarafe y la Cuenca del Ruidero o Grupo de la Concepción.
Las
minas que conformaban esta última cuenca se hallaban entre las estaciones de
Villanueva del Rey y Espiel, con multitud de pozos y pocitos, siendo los de
mayor relevancia el Pozo San Antonio, situado junto al Guadiato, y Explorador,
Esperanza, Utrera, Cíclope y Ascensión, junto al arroyo del Ruidero, alguno de
los cuales llegó a los 160 metros de profundidad.
Las
primeras concesiones de minas de carbón en este paraje, conocido como “Doña
Urraca” o “La Urraca”, datan de mediados del siglo XIX. A primeros del XX se
renuevan las concesiones de estas minas, aunque hasta 1914 la producción fue
escasa por el alto coste de llevar el mineral en carros a la estación de
Villanueva del Rey, a una distancia de hasta 3,5 kilómetros.
Con
la Guerra Mundial subió el precio del mineral y las pequeñas explotaciones
vieron unas oportunidades de negocio insospechadas hasta entonces, por lo que
decidieron acometer importantes inversiones, que en La Concepción iban
destinadas a abaratar los costes de transporte y a la instalación de hornos de
coque, un lavadero de carbones, una fábrica de aglomerados y briquetas, y la
electrificación de las instalaciones mediante un generador de vapor.
En
1917 se construyó un trenaje o arrastre mecánico que permitió incrementar
notablemente la extracción de mineral y transportarlo a los muelles de carga
situados en la línea del ferrocarril Belmez-Córdoba. Con estas inversiones, en
La Concepción se llegaron a producir más de 35000 toneladas anuales.
Daba
empleo a 255 hombres, 20 mujeres y 8 muchachos, que contaban con servicio
médico prestado por el facultativo de Villanueva del Rey y por un practicante
que residía en el poblado minero. Gozaba de buena temperatura, abundante
arbolado y agua suficiente, por estar atravesado por el arroyo del Ruidero y
próximo al río Guadiato.
Pero
al terminar la Guerra Mundial la hulla inglesa siguió llegando a España en las
ventajosas condiciones de antes y bajaron los precios, por lo que la extracción
del carbón de estas minas dejó de ser rentable. Además, el hundimiento del pozo
Explorador exigía la construcción de un nuevo pozo maestro.
La
sociedad propietaria, el Grupo Hullero de la Concepción, cesó las labores y
buscó inversores que hicieran frente a los nuevos gastos. En 1920 la sociedad
Hullera del Guadiato, de Belmez, compró las concesiones, que no llegaron a
entrar en producción por los problemas técnicos y largos conflictos sociales
acaecidos. A mediados de 1923 las instalaciones quedaron definitivamente
cerradas.
En
1957 se reiniciaron los trabajos, extrayéndose 464 toneladas. Las grandes
instalaciones de la etapa anterior habían desaparecido o estaban inutilizadas y
la explotación se hacía de forma manual, aunque se preveía extraer hasta 40
toneladas diarias de hulla. Pero ninguna inversión se hizo y su propietario, D.
Jesús Gálvez, cesó los trabajos en 1961.
Volviendo
a los años de mayor producción, además de los edificios propios del servicio de
las minas, tales como casas de máquinas, casa de calderas y taller de
reparaciones, el grupo de La Concepción contaba con otras construcciones
relevantes, como el almacén general, el almacén de maderas y la carpintería.
Tenía también oficinas, cuadras para caballerías, un pequeño tejar y un
polvorín.
Al
servicio del personal tenía un hospital de campaña, cuartel de la Guardia
Civil, dos cantinas y ocho grupos de cuarteles con 160 viviendas, que
constituían un buen poblado con cinco calles (Buena Vista, Trinidad,
Concepción, Serrano y Ansia), en el que vivían entre 400 y 500 personas. Había
también numerosas chozas utilizadas por los obreros como viviendas y, aunque no
tenía iglesia, el servicio religioso era atendido por el cura de Villanueva del
Rey.
Con
todo, sin duda las instalaciones más relevantes eran el trenaje y el apartadero
del ferrocarril en la línea Belmez-Córdoba, que suponían casi la cuarta parte
del total de las inversiones.
Se
decidió que el apeadero se hiciera en el Pk. 57,703 de la línea Belmez-Córdoba,
recibió el nombre de La Trinidad y contaba con dos vías, oficinas, cargadero y
báscula. En cuanto al trenaje, consistía en una cadena flotante que conducía
volquetes sobre una vía estrecha minera, con 1370 metros de longitud.
Más
de cien años han pasado desde la construcción de estas instalaciones, muchas de
las construcciones están arruinadas, la vegetación ha ido invadiendo otras y,
por supuesto, la mano del hombre ha sido determinante en su situación actual.
La
finca en la que se encontraban las minas es hoy una explotación de porcino y
vacuno extensivo que ha requerido importantes transformaciones, siendo la
principal la construcción de un pequeño embalse en el arroyo del Ruidero,
justamente en el lugar que ocupaban los principales pozos y edificios
auxiliares, de los que nada se conserva.
Mejor
suerte ha corrido el poblado minero, formado por ocho grupos de viviendas,
algunos de los cuales se han reutilizado como naves para el ganado, con una
reconstrucción que permite adivinar fácilmente la fisonomía exterior de estos
cuarteles.
Entre la vegetación de la sierra se adivina el trazado del antiguo trenaje mecánico hasta el apartadero de La trinidad, del que subsisten los muelles de carga y el edificio de oficinas.
No
obstante, las construcciones más espectaculares, sin comparación en nuestra
comarca, son los doce pilares de piedra del trenaje, de hasta diez metros de
altura, que servían para cruzar el río. Tienen forma de tronco de pirámide, con
aristas redondeadas los siete que están propiamente en el cauce del río y
rectas los cinco restantes. La consistencia de estas imponentes columnas se
corrobora con su magnífica conservación, capaces de resistir las embestidas del
agua durante los desembalses de la presa de Sierra Boyera.
Una estructura industrial prácticamente desconocida que bien podríamos decir que es nuestro particular Stonehenge del Guadiato.
(Fotografías en color de Ángela Cano Gil, en blanco y negro de la Estadística Minera de España)
Más información sobre estas minas en EXPLOTACIONES CARBONÍFERAS EN LA MARGEN DERECHA DEL GUADIATO. LA CUENCA DEL RUIDERO Y EL GRUPO HULLERO DE LA CONCEPCIÓN, que se puede leer en Libro de Actas del XVI Congreso Internacional sobre Patrimonio Geológico y Minero. XX Sesión Científica de la SEDPGYM. Belmez/Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), 2015
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