Transcribimos el discurso del homenaje a Emiliano Mansilla celebrado el pasado lunes, 18 de Agosto, en el kilómetro 6 de la vía verde de La Maquinilla, Emiliano Mansilla, siempre con nosotros:
Buenas tardes a todos,
autoridades, familiares, ciudadanos de bien de Peñarroya y Belmez y gracias por
asistir a este humilde homenaje a Emiliano Mansilla Alcaide, una persona que desgraciadamente ya no está
en entre nosotros como todos sabéis, que quiso ser anónima hasta el final y que ha significado mucho para el movimiento
asociativo por una vía verde en el Guadiato.
Si bien durante los 7
años que trabajó con nosotros siempre le obedecimos, debo confesar que ésta es quizá la única vez que no cumplimos la voluntad de nuestro
querido amigo, siempre tan opuesto a los homenajes. Espero por tanto que nos
disculpe desde dondequiera que esté, y
que nos permita esta pequeña travesura.
De hecho, cuando bromeaba con él
sobre la idea de bautizar este paseo con el nombre de Emiliano Mansilla, se echaba a reír y apostillaba que esas cosas
eran para las personas importantes, con
esa actitud humilde que solo caracteriza a la gente sencilla.
Aquella conversación que tuve con él no muchos meses atrás me hizo reflexionar
sobre el concepto de persona importante ¿Es la aquella que se labrado un nombre
con su esfuerzo? ¿Tal vez la que tiene más dinero? ¿O más poder? ¿Es el
familiar más cercano?
La primera vez que le vi un poco
más allá, en el por aquel entonces
vetusto, polvoriento y pedregoso trazado ferroviario de La Maquinilla
era Verano. No sé de dónde salió. Más tarde conocí su afición por esconderse
por estos parajes en soledad, a ver la vida pasar. Se me acercó
y estuvo un buen rato parado cerca de mí, observándome en silencio. Yo estaba
regando los árboles con unas garrafas. Entonces me preguntó que qué hacía. Le hablé
del proyecto de vía verde y de mi ilusión por crear una gran ruta turística en
el Guadiato que uniera el Patrimonio industrial, minero y ferroviario de
nuestros pueblos para beneficio de todos.
Recuerdo perfectamente cómo asentía mientras miraba como depositaba las
garrafas en los alcorques. La única
respuesta que saqué de él aquella
calurosa tarde de verano fue que los
árboles los iban a romper la gente de
aquí con ese tono entre duro y áspero que sólo conocen quienes le trataron.
Se marchó y no volví a verle
hasta unas semanas después.
A los pocos días volví al mismo sitio para regar y pude
comprobar que éste había cambiado. Algunos árboles tenían una guía de caña, con
sus correspondientes asideros, estaban limpios de maleza y parecía que una mano
amiga anónima estaba cuidando de ellos.
A la semana siguiente, otra vez
la misma rutina y así veía cómo el
número de árboles cuidados aumentaba hasta alcanzar el centenar entre el pozo
de Las palomas y el punto en el que nos
encontramos. Aquel hecho me dio esperanzas a mí y a mi familia para seguir
adelante con el proyecto de vía verde. Y es que cuando estás solo, y nosotros
lo estábamos, cualquier tipo de ayuda es crucial. Fue así como dio comienzo
nuestra particular amistad y su labor de mantenimiento en la vía verde de la
maquinilla.
Con sus propias manos, con sus
garrafas de plástico, su serrucho y su imaginación Emiliano Mansilla fue mimando los árboles de los que hoy
disfrutamos.
No hubo contrato de por medio. Nunca
tuve que pedirle ayuda. Ni siquiera la primera vez. Simplemente se puso a
trabajar porque sabía hacerlo, porque podía hacerlo y porque quería hacerlo, incluso a pesar de sus problemas de salud. Hasta
sólo hace 3 meses era normal verlo por
aquí…
Fue entonces cuando aprendí que
una persona importante es aquella que, en primer lugar, es útil a la comunidad
en la que vive, en segundo lugar, cumple
con su deber más allá de lo que se espera de un ciudadano normal y, en tercer
lugar, lo hace por amor, de forma
desinteresada, sin esperar nada a cambio.
Emiliano Mansilla no era una
persona famosa, ni la más rica, ni la más poderosa; tampoco la más cercana
desde el punto de vista personal. Todos conocíamos sus salidas de tono que
después se quedaban en nada. Pero si fue
una persona que quiso ayudar, echar una mano, poner al servicio de sus
vecinos lo mucho o lo poco que sabía,
tanto da.
Emiliano se había convertido sin
saberlo y sin quererlo en una persona importante para todos los que le
conocimos y también para los que no lo hicieron.
Si hoy la Vía Verde del La
Maquinilla y el proyecto de Vía Verde del Guadiato significan algo en esta zona se debe, sin duda, a la labor de
este hombre, un hombre que quería ser
uno más pero al que le tocó ser alguien imprescindible.
Emiliano Mansilla representa o
debe representar para todos nosotros el ejemplo
del hombre corriente que trabaja y que se esfuerza por crear, si no un
mundo mejor, un objetivo inalcanzable para todos, si una realidad cercana más
amable, dentro de sus defectos, que son muchos.
La sociedad de
Peñarroya-Pueblonuevo demanda este tipo de personas imortantes para salir
de la situación en la que nos encontramos.
El legado de Emiliano debe
inspirar a las nuevas generaciones de
peñarriblenses, entre las que ya no me incluyo por desgracia, para conseguir el
municipio que todos deseamos. Por ello nuestro deber como Asociación es preservar su
memoria y aplicar su recuerdo para
demostrar que existe otra manera de ser
peñarriblense, más allá de la queja, la exigencia o el reproche.
Como simple ciudadano y como
miembro de esta comunidad de individuos
a los que nos ha tocado compartir este lugar en el mundo y sus circunstancias doy las gracias a Emiliano Mansilla, a sus
familiares y a la vida, pues, por su generosidad para con todos nosotros y por
darme el privilegio de conocer a una persona importante, tan importante, que
nunca quiso serlo.
Muchas gracias.
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