Sin duda, la imagen más
icónica de cuantas aúnan la música con los edificios industriales es la portada
del disco Animals, de Pink Floyd. Con la base de un enorme edificio coronado
por cuatro impresionantes chimeneas, sobrevuela un gigantesco globo con forma
de cerdo.
Vamos por partes. El edificio es la
Battersea Power Station, una antigua central termoeléctrica situada junto al Támesis en Battersea, Londres. Se trata del edificio de ladrillo
más grande de Europa y la central estaba alimentada por el carbón que le
llegaba en barcazas a través del río o por tren, para lo que disponía de
sus propias instalaciones ferroviarias, que aún perduran.
La central se construyó
en dos fases, a partir de 1930. En internet circulan antiguas fotografías en
las que se puede ver solo “media central” y dos chimeneas. En realidad se
trataba de dos centrales, cerradas ambas como consecuencia de la crisis
industrial de los años setenta, la primera en 1977 y la segunda en 1983.
El diseño del edificio
se hizo pensando en el impacto visual que podría causar, por lo que se le
encargó a un arquitecto de renombre en la época, Giles Gilbert Scott, que había
diseñado la cabinas de teléfono rojas, todo un emblema del país.
Si la central se
convirtió en una de las postales más representativas de Londres no fue tanto
porque los Beatles la usaran en su película Help!, como porque Pink Floyd la
utilizó en 1977 para la portada de su disco, reflejando la crisis económica y
humana que atravesaba el Reino Unido, con referencias al libro Rebelión en la
Granja, de George Orwell, por lo que inflaron un cerdo gigante con helio y lo
pusieron a flotar alrededor de las chimeneas, hasta que se rompió la cuerda que
lo sujetaba.
A estas alturas alguien
se habrá preguntado qué tiene nuestro patrimonio industrial en común con este
edificio. Es cierto que el emblema de nuestro patrimonio industrial, la
Fundición de plomo, también es de ladrillo; que entre este patrimonio tenemos
varias fábricas de electricidad (la Central Térmica de Peñarroya y la Fábrica
de Harinas de Belmez, por ejemplo); que también utilizaban el carbón como
combustible, y que cerraron en los años setenta del pasado siglo.
Pero tal vez la mayor
coincidencia es que están tan perdidos como nosotros en cuanto a qué hacer con
este patrimonio. Desde que la Battersea Power Station cerró se han sucedido las
propuestas de reutilización: Convertirla en un parque temático, que vuelva a
funcionar con biomasa, hacer un museo sobre la revolución industrial o
adaptarla para estadio de fútbol del Chelsea. En estos momentos el proyecto más
avanzado es el de convertir la central en un edificio de apartamentos para
millonarios y todo el barrio en una exclusiva zona de restaurantes, cines,
tiendas y centros culturales y de negocios.
Eso sí, aunque andan tan
perdidos, desde el primer momento tuvieron claro que el edificio había que
protegerlo, de manera que desde su cierre goza de una protección del grado II,
inmediatamente por debajo del Palacio de Westminster o el puente Tower Bridge, merced a
lo cual ninguno de los proyectos estudiados permite su destrucción y existe un compromiso de mantenimiento.
En esto último estamos
todavía muy lejos de los ingleses. Ninguno de nuestros edificios industriales
goza de una protección legal efectiva y la destrucción de los que quedan es cada vez más evidente.
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