Hemos comentado en muchas
ocasiones que el Centro de Interpretación del la Vía Verde del Guadiato y Los
Pedroches no es nuestro sino que es un activo de la comarca que será lo que sus
ciudadanos quieran que sea. Tras 9 meses de actividad el Centro ha ido
cumpliendo las funciones para las que fue destinado: sala de exposiciones, sala
de conferencias, centro de recepción de visitantes de la vía verde y centro de
formación. Sin embargo, aquel papel del que nos sentimos más orgullosos es de museo del ferrocarril de
vía estrecha.
Así, aunque el centro comenzó su
andadura con un exiguo fondo de piezas de colección de la línea Fuente del
Arco-Peñarroya-Puertollano, procedente en su mayoría de adquisiciones propias, tenemos que reconocer que cada día es mayor el número de vecinos que
se acercan a nuestras instalaciones para donar elementos de los trenes, las estaciones, las
vías y de las personas que los utilizaron.
En esta ocasión celebramos la
cesión al CIVV de una maleta de maquinista de la vía estrecha de principios del
siglo XX, la única que se conserva hasta la fecha. Lo excepcional de este caso
es que se conoce el nombre de su dueño, Juan Guisado León y la locomotora que
conducía, la número 18 “Horcajo” (Sociedad Alsaciana de construcciones
mecánicas). Incluso se han aportados fotografías históricas que adjuntamos en
esta información. Debemos este impresionante hallazgo a la técnica ce cultura y
turismo del Ayuntamiento de Peñarroya-Pueblonuevo Silvia Carrasco, que recibió la donación por parte de los
descendientes de Juan Guisado con motivo de la exposición titulada “los ojos
del Carbón” (2010) y estuvo custodiándola hasta encontrar un lugar digno donde
exponerlo.
Tanto Silvia como aquellos que pertenecen a nuestro colectivo estamos seguros de que los familiares de Juan Guisado como el propio maquinista de la locomotora número 18, si nos esta viendo desde algún lugar, estarán felices por ver cómo este pedacito de historia puede descansar en un lugar apropiado y porque, de algún modo, este elemento servirá para explicar a las nuevas generaciones cómo vivía y cómo trabajaba un ferroviario de la comarca a principios del siglo pasado.
En cuanto a la donante, sólo
podemos agradecer este acto de generosidad a Silvia y ponerla como ejemplo de lo
que un buen ciudadano o ciudadana de nuestras localidades debe hacer con un
patrimonio que es de todos. Hacer de la casa de uno un museo para la
satisfacción del fetichismo personal es
una condición necesaria para la supervivencia de estos bienes, pero no
suficiente, en tanto que si no lo dona
(o lo vende) a instituciones que velan por la preservación de éstos, siempre se
corre el riesgo de que acabe en manos de otro fetichista, en el mejor de
los casos (más años de vida para el objeto que continúa en peligro), o que directamente sea enviado a vertedero como un trasto inútil por alguien
que no sepa valorarlo, algo por otra
parte más que normal.
Por ello, volvemos a apelar a la
responsabilidad de nuestros vecinos, esos vecinos que pensando que piensan que hacen lo correcto al guardar en sus casas bienes culturales y que están condenándolos a la desaparición en un
futuro, para que colaboren con los museos locales. El Patrimonio gusta más si es
compartido con nuestros semejantes.
Silvia Carrasco ha sido la donante de la maleta |
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