No sé bien si como orgullo o como queja,
el carillón del vestíbulo de la estación de Jaca luce una placa en la que se
indica que “Este reloj marcó la hora en la estación de Jaca hasta el 12 de
junio de 2007”. Lo cierto es que el tiempo en esta estación y en otras de esta línea
parece que se paró mucho antes.
Hace unas semanas tuvimos la ocasión de
hacer el recorrido desde Jaca a Canfranc en “El Canfranero”, tal vez el más
peculiar de los trenes que circulan por España y que aún conserva su nombre
propio.
Pero vayamos al inicio y hagamos un
poquito de historia. A mediados del siglo XIX se planeó una conexión
ferroviaria entre España y Francia a través de los Pirineos. Si bien en un
principio los franceses fuero reacios a esta idea, la acabaron apoyando, por lo
que se iniciaron unas obras que llevaron el ferrocarril hasta Jaca en 1893 y
hasta Los Arañones en 1917. Se inició también la construcción del túnel de
Somport, cuyos escombros sirvieron para encauzar el río Aragón y hacer la gran
explanada en la que se construyó la estación internacional de Canfranc,
inaugurada en 1928 por el Rey Alfonso XIII y M. Gaston Doumerge, Presidente de
la República Francesa.
Encauzamiento del río Aragón y estación internacional de Canfranc |
Con muchas adversidades la línea estuvo
abierta hasta que en 1970 el extraño accidente de un tren de mercancías
destruyó totalmente el puente de L’Estanguet, lo que sirvió al gobierno francés
como excusa para cerrar su parte de la línea, que se mantiene abierta por el
lado español hasta la estación de Canfranc.
Actualmente se espera la reapertura al
tráfico por el lado francés en 2021, y ya se han hecho algunas obras de
renovación de la vía, si bien el puente de L’Estanguet sigue sin ser
reconstruido.
Interior del Canfranero |
Dos trenes hacen diariamente el recorrido
desde Zaragoza hasta Canfranc, aunque llamarlos trenes tal vez le pueda quedar
un poco grande, pues se trata de un coche diésel modelo 596 con un solo vagón
de 56 asientos, poco más grande que un autobús. La velocidad media es de 58 kilómetros por hora, si bien en muchos tramos la velocidad está limitada a 30,
e incluso menos, como nos pasó en nuestro viaje, debido al descarrilo de un
tren de cereal unos días antes, lo que obligó a efectuar algunas obras en la
vía.
Decidimos tomar el tren de las 12 de la
mañana en Jaca, para regresar a las seis de la tarde, lo que permitiría hacer
una excursión de varias horas por los Pirineos y una visita a la estación
internacional.
Además del reloj, nos llama la atención la
pequeña cafetería de la estación de Jaca que, eso sí, cuenta con un amplio y
agradable jardín que le sirve de terraza en la que esperar la llegada del tren.
Terraza de la cafetería de la estación de Jaca |
La media hora de recorrido hasta Canfranc
es una continua y espectacular subida por las laderas de los Pirineos, pasando
hasta 19 túneles, viaductos, puentes y varias arruinadas estaciones que hacen
disfrutar de un delicioso viaje, aunque los habitantes de estos pueblos y los
pocos viajeros habituales que aún mantiene este tren no opinan lo mismo,
denunciando continuamente la dejadez de la Administración y la falta de
inversiones en la línea.
Tras atravesar el último de los túneles,
llegamos a la imponente estación internacional, cuyo edificio, de 241 metros,
es el segundo más grande de Europa, si bien el pequeño tren se detiene en una
estación anexa. El gran edificio de la estación es propiedad del Gobierno de Aragón, está
declarado bien de interés cultural y se está rehabilitando como un hotel de
cinco estrellas.
Sobrecoge la visión de todo el valle, las
cumbres de las montañas y las escarpadas laderas en las que hubo que construir
numerosos diques de contención y se plantaron diez millones de árboles para
contener las avalanchas de nieve.
Al fondo del valle, la estación de Canfranc. Diez millones de árboles tapizan las laderas de la montaña, que se sirven también de numerosos diques para contener los peligrosos aludes de nieve. |
Las obras de la estación obligan a que la
visita guiada haya de hacerse con casco, una muy interesante visita en la que,
además del devenir de la estación, se cuentan intrigantes historias de espías,
de salvación de familias judías y del tráfico de lingotes de oro ocurridos
durante la Segunda Guerra Mundial.
Interior del vestíbulo de la estación internacional de Canfranc, en proceso de restauración |
Es muy difícil narrar la belleza de la
estación y su entorno, por lo que recomendamos a quienes viajen por los
Pirineos que dediquen al menos unas horas a visitarla y, si puede ser en tren,
mejor aún.
Como final, hay que hacer una reflexión:
el viaje en AVE desde Zaragoza hasta Córdoba lo hicimos en menos de tres horas,
mientras que los doscientos kilómetros de Zaragoza a Jaca se hacen en casi
cuatro. Aunque se trata del mismo medio de transporte, la diferencia es que el
primero une grandes ciudades y el segundo pequeños pueblos.
Está claro que tenemos una España de dos
velocidades, pero siguen preguntándose por qué los pueblos se quedan
vacíos…
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